R..H. Moreno-Durán murió en 2005, a los 60 años. Antes de irse dejó varios libros terminados. El hombre que soñaba películas en blanco y negro se publica once años después, casi como una manera de volver a tener al escritor, por lo menos a través de sus letras.
Luz Mary Giraldo, su amiga, recuerda a R.H. y conversa sobre el nuevo libro, que se lanza en la Feria del Libro de Bogotá.
“Esta novela, como otros libros que R. H. dejó listos, quedaron a la espera hasta encontrar un momento editorial oportuno. Su editorial, para la Feria del Libro de 2006, meses después de su muerte, publicó Desnuda sobre mi cabra, una novela corta en la que se hace una juguetona radiografía de los adolescentes de los sesenta, y en la que no faltan las referencias al cine y sus artistas, la música y otros elementos propios de esos años. Podríamos decir que estos jovencitos son antecesores de los universitarios de los setenta, que en Juego de damas no sólo reflejan las inquietudes y utopías de los movimientos estudiantiles sino anticipan el escepticismo actual. Con la publicación de esa novela corta, muchos creímos que la obra inédita de R. H. Moreno-Durán seguiría su curso. Sin embargo, no sólo el tiempo pasaba, sino el autor iba quedando en el limbo, como muchos otros de su generación y aún de la anterior, vivos o no, con obras densas y llenas de sentido, que exigen desafíos al lector. No son libros para muchos, como el eslogan de la Hjck, para la inmensa minoría.
Debo reconocer que si en los ochenta, cuando algunos de sus libros aún no habían llegado a Colombia, un importante público académico leía sus novelas en fotocopias y a medida que avanzaba el tiempo muchos hacían enjundiosos estudios sobre lo que iba publicando, actualmente hay nuevos estudiantes universitarios que reclaman por el silencio ante su obra y con deseo de leer lo que dejó, lo cual hace que la espera se justifique.
Pienso, además, que de acuerdo con el perfeccionismo de R. H., tal vez este es el momento para su reaparición y El hombre que soñaba en blanco y negro es también la obra apropiada para ello. Es como si durante todos estos años estuviera preparando su regreso, como él mismo lo hubiera hecho cuando sabía listo un libro de cuentos o una novela, al considerar que estaban a tono con el momento, que respondían a inquietudes y temas actuales que podrían suscitar debate. Por eso, lo mínimo que puede esperarse es que la novela, cuyo título se eligió entre otros que el mismo autor había dejado, se lea como parte de la obra de quien conocía a fondo el oficio de escritor y se planteaba la creación como una forma de divertimento de la inteligencia, más que como una recreación o crónica de los sucesos diarios.
Orson Wells
Sé que a R.H. le obsesionaba la información sobre la posible visita de Orson Wells a Bogotá, en agosto de 1942. Este acontecimiento fue anunciado en algunos periódicos y por ello se dio por cierta. Con este autor la mezcla entre ficción y realidad constituye un desafío constante a lo largo de su obra. Aparentemente el actor, guionista y cineasta nunca llegó, pero parte del estilo de R. H. es el de la conjetura histórica, aprovechada para fantasear con la verdad y ponerla en relación con hechos y personajes de diversos momentos y en controversia con su presente.
Veo en esta novela el placer de escribir sobre esa conjetura, aprovechando no sólo datos reales sino su propia imaginación orientada en el disciplinado ejercicio del escritor y el lector como espías. Son dos días en la vida de Bogotá, en salones burgueses y escenarios de los bajos fondos, en las truculentas calles capitalinas y sus medios de transporte siempre insuficientes.
Dos días para mostrar a un personaje muy estudiado, con el que otros conversan y discuten sobre cine y actores o actrices, los problemas de la política nacional o internacional o de los avatares en una ciudad caótica como Bogotá, temas recurrentes en las tertulias con R. H. Como fue usual en sus ficciones, una vez más vaticina el futuro al mostrar la continuidad de nuestros conflictos y de nuestros políticos, una mentalidad que no ha cambiado: algunos periodistas regodeándose con el poder o buscando alimentarse “con el cadáver del entrevistado”, personajes de la burguesía, en fin, situaciones que parecen conocidas. Latinoamérica, Colombia, la Segunda Guerra Mundial, se exponen desde variantes de la literatura de espías, con conspiradores y enigmas, en la que la figura de Orson Wells es definitiva, y hace creer que muchas de ellas servirían al cineasta para guiones de sus próximas películas. Lo curioso, repito, es que siendo una novela escrita hace más de una docena de años, deja ver que ni el país, ni el mundo han cambiado sustancialmente.
Una lectura póstuma
Celebro poder leerlo de nuevo y mucho más si es uno de esos inéditos que esperó tanto tiempo. Si bien puede considerarse a R. H. como un autor de culto, en el sentido estricto de la palabra no se ha ido, forma parte del canon de la literatura colombiana y latinoamericana. Eso no puede negarse. Basta leer lo que han dicho críticos destacados de varios lugares. Hay que preguntarse es por qué se da la necesidad de volver sobre su obra. Es claro que en aras de lo reciente, hay autores y temas de moda, que llegan y pasan, frente a otros que no son leídos como se debiera. Es que no es fácil leer literatura que cuestiona y exige atención, reflexión, debate y una actitudabierta al análisis y el conocimiento”.