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Una detective recorre las calles de Medellín

Marina y un caso en el aire es el segundo libro de novela negra de Verónica Villa Agudelo.

  • ilustración Fabián Rivas
    ilustración Fabián Rivas
07 de enero de 2019
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A la hora de pensar en descubrir misterios en una novela policiaca, es inevitable ir a ese rincón de la mente en el que habita un elegante señor inglés, quien sostiene con pericia una pipa en la boca y utiliza con gracia una gabardina larga. Un señor como Sherlock Holmes o Hércules Poirot, hábil y analítico, capaz de resolver el misterio más enredado de todos dada su altísima inteligencia.

A la escritora y periodista paisa Verónica Villa Agudelo le pasaron por la cabeza ese tipo de personajes antes de crear su primera novela policiaca: “En principio pensé en un detective hombre. Claro, uno basado en los estereotipos: El del detective inteligente, el formado”, cuenta ella, una de las mujeres que escribe novela negra en el país.

“Estaba pensando en un fotógrafo que viajara por todo el mundo, pero después quise escribir sobre Medellín”, dice. Quizá sería extraño leer que Sherlock está tratando de descifrar un misterio en el Valle de Aburrá pero no consigue comunicarse con los paisas para descubrirlo porque no entiende palabras como emproblemar o corchar.

Por eso la inspiración para la obra de Villa llegó del entorno. Un día se fijó en las guardias de seguridad del edificio en el que trabajaba. Había una en particular que se tomaba su papel muy en serio. Era seria, tenía carácter. “Revisaba bolsos y si se perdía algo, ella emprendía la búsqueda. No era policía pero tenía ese instinto de cuidadora”.

De allí salió Marina, una mujer que se encargaba de cuidar la entrada de una entidad pública de Medellín. Era de corta estatura, ronca, muy paisa en su manera de hablar y en su manera de relacionarse con los demás.

“Si bien a uno le dicen como periodista que hable en lenguaje neutro, a mí Marina no me sonaba así. Ella me sonaba paisa y hablaba de una manera coloquial”, dice Villa Agudelo. Era como si Marina le hablara al oído para que la describiera tal cual era. “Uno de escritor es medio esquizofrénico, uno siente que los personajes le dictan las palabras y hay que escribirlas”.

Adentrarse en el misterio

Su primera novela fue Marina y el caso de Plata, donde la guarda de seguridad resuelve el crimen de un político de la ciudad. La idea surgió de un taller de novela negra con el profesor Memo Ánjel.

“Siempre me había interesado, pero la novela negra es considerada un género menor, entonces daba pena decir que me gustaba Agatha Christie o Sir Arthur Conan Doyle. Pero al abrirse esa posibilidad, pensé en estudiarla”.

Logró terminar el texto después de dos años, entre trasnochadas, fines de semana y vacaciones.

Pero hay una particularidad con respecto a los textos de Villa, pues como ella solía escribir para medios audiovisuales, y le fluía hacerlo en formato de guión, decidió escribir su novela así.

Por eso para describir una escena escribe: “Int. / Centro Administrativo La Alpujarra / Tarde” y así ubica la acción en tiempo y espacio. La autora, además, va explicando cómo entender el lenguaje del guion a lo largo de la novela.

Y además, se permite hablar con expresiones tan paisas como “cachesudo”, por lo cual decidió aclarar con notas de pie cada una de esas palabras que pueden resultar confusas fuera de Antioquia.

Medellín otro protagonista

Aunque Medellín ha sido usada tantas veces como escenario del crimen –en la literatura y el cine–, Villa se propuso que la ciudad fuera un personaje desde otra perspectiva.

“Este relato tiene algo que ver con violencia, pero es distinta al contexto de ciudad. En el género negro se plantea una violencia que, como en estos casos, puede ocurrir en cualquier parte del mundo”.

La escritora publicó ya el segundo libro de esta saga: Marina y un caso en el aire, en el que la guarda de seguridad, ya con más experiencia descubriendo misterios, demuestra que no hay que ser un investigador estudiado y elegante para descubrir las pistas de un crimen. Y que con la ayuda de una mamá bruja y un hijo milenial, es quizá un poco más fácil

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