La timidez no es la que juega. Eso lo tiene claro el lateral izquierdo de Atlético Nacional Edwin Velasco, un joven de pocas palabras pero que de a poco gana espacio en el club antioqueño con sus presentaciones.
El conjunto paisa siempre se ha caracterizado por tener buenos laterales a través de la historia, como Gildardo Gómez, el Chonto Herrera, Diego Osorio, José Fernando Santa, Camilo Zúñiga, por mencionar solo algunos. Hoy, ni que decir de los que están en Selección, Daniel Bocanegra y Farid Díaz.
A Velasco lo trajeron para tener recambio en esa posición y a sus 24 años tiene claro que va a triunfar con el campeón de América, porque su carrera es un reflejo de lo que ha sido una vida llena de vicisitudes, aunque nunca se ha amilanado para llegar a donde está hoy en día.
Nació en Padilla, Cauca, un municipio de no más de 8.000 habitantes, y como es habitual para los jóvenes de estas poblaciones, que difícilmente se encuentran en el mapa de Colombia, el balón no solo era el instrumento de diversión sino la única forma que tenía para ser alguien en la vida.
Mientras la pelota rodaba, fuera de trapo, de caucho o hasta una piedra, también con ella rodaba una ilusión que lo iba alejando de la violencia, los malos vicios y le daba responsabilidades, todo a través de gambetas en lodazales o cualquier maleza.
“Lo importante era jugar, no nos interesaba otra cosa”.
Después vendrían los sacrificios. Un veedor del Cortuluá lo llevaría al equipo vallecaucano, en el que empezaría a hacer su proceso para llegar al profesionalismo.
“A uno esas oportunidades no se le presentan todos los días, no dudé en decir que sí, además creo en mis condiciones”, relata. Sin embargo, las cosas no fueron fáciles.
Llegó en 2011 y durante dos años se esforzó para ser tenido en cuenta, pero esa oportunidad no le llegó. Él, entonces, con la fe inquebrantable de que todo llega en su momento, canalizó las energías hasta recalar en el Once Caldas, equipo al que fue para hacer una prueba. Allí encontró en el técnico Santiago Escobar, a su aliado.
El Sachi vio en él talla, potencia y velocidad y en un partido, ante el Envigado, le dio la oportunidad de debutar.
“Era un muchacho trabajador, callado, pero con gran personalidad, es un gran jugador. Le deseo mucha suerte en su carrera”.
De ahí en adelante todo estaba en sus manos, mejor dicho en sus pies. Esas buenas presentaciones hicieron que Cortuluá lo llevara de vuelta gracias al pedido del técnico Jaime de la Pava.
Entonces, tuvo la continuidad que siempre anheló y, junto a Miguel Borja, fue el pilar del equipo que disputó la final del semestre anterior ante el Medellín.
Mientras tanto, el técnico de Atlético Nacional, Reinaldo Rueda buscaba soluciones en las bandas laterales para cuando no estuviesen Daniel Bocanegra y Farid Díaz. Y ahí aparecieron Gilberto Alcatraz García, Daniel Londoño, Tomás Maya y Rodin Quiñónes, pero todos con irregularidades y no a la altura de los titulares.
“Le hicimos un seguimiento a Edwin en Cortuluá y cumplía con los requisitos para esa posición. Estoy contento con lo que viene mostrando, se está destacando y está encontrando su mejor rendimiento”, manifestó el técnico Rueda.
El entrenador vallecaucano tiene una premisa y es que los futbolistas que conforman la plantilla verde deben ser íntegros profesionales y Velasco cumple a cabalidad.
“Desde que llegué encontré una familia, es un sueño cumplido estar acá. No le pido más cosas a Dios, le agradezco todos los días por lo que me ha dado”, dice Edwin, mientras en Padilla, su familia se emociona con cada una de sus presentaciones, porque están convencidos de que tiene madera para brillar en un equipo grande.
Él, por ahora, trabaja con la ilusión del Mundial de Clubes. “Me sueño marcando a Cristiano Ronaldo y ganándole en los duelos, aportando para un título que sería histórico para Colombia.