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En el Arco del Triunfo de París, construido por orden del emperador Napoleón Bonaparte entre 1806 y 1836 para conmemorar la victoria en la batalla de Austerlitz, el joven Egan Arley Bernal Gómez entró ayer domingo a la leyenda del Tour de Francia tras convertirse en el primer colombiano que gana esa carrera, considerada la más prestigiosa del ciclismo mundial.
Después de brindar con champaña durante el último recorrido de 128 kilómetros con los integrantes de su escuadra (Ineos), que para la ocasión le pusieron franjas amarillas a sus uniformes vinotinto y negro en honor a su joven líder, y de posar para las cámaras al lado sus tres compatriotas (Nairo Quintana, Rigoberto Urán y Sergio Luis Henao) que también terminaron la prueba, el nacido en Bogotá, pero criado en Zipaquirá, cruzó la meta.
Llegó rodeado de sus coequiperos encabezados por el campeón vigente Geraint Thomas, quien de ser el jefe de filas del equipo se convirtió en el ángel guardián del cundinamarqués de 22 años en las últimas etapas.
Las cámaras que segundos antes enfocaron el final de la última etapa en la que triunfó el esprint el veloz Caled Evan, se volcaron sobre la humanidad de Egan que tras bajarse de la bicicleta se fue hasta donde estaba su familia, que lo esperaba con ansias.
Primero buscó a su hermano menor Ronald y luego a su mamá Flor que lo considera “un regalo de Dios”. Con ambos, después de abrazarlos con la fuerza que aún conservaba tras 21 duras etapas, mutuamente se persignaron.
Ahí también estaba su novia Xiomara Guerrero, la mujer que los acompaña desde los 19 años cuando emigró a Europa, y su papá Germán, quien sí sabe de sus esfuerzos porque desde su motocicleta lo ha seguido en los largos recorridos por las montañas colombianas durante su proceso de formación, desde los 8 años.
“Ellos son los únicos que saben de las locuras y sacrificios que he hecho para estar acá, espero que se sientan orgullosos y que disfruten”, dijo sonriente el campeón vestido de amarillo que durante la premiación, en cuatro idiomas (inglés, italiano, francés y español), agradeció a la gente de los países que han aportado a su formación.
“Por fin, no veía la hora de cruzar la línea de meta. Le quiero llevar esta camiseta a toda Colombia, se lo merecía”, relató el corredor que convirtió al país en el decimocuarto en inscribir su nombre en el palmarés del Tour.
En medio de la emoción de aficionados colombianos que literalmente invadieron ayer los Campos Elíseos, Egan subió varias veces a la tarima a recibir honores. En principio, la camiseta blanca que lo distinguió como el mejor joven, luego al acto central con los dos compañeros de podio (Geraint Thomas –segundo– y holandés Steven Kruijswijk –tercero–) y con todos los campeones.
Minutos antes había dicho que seguía sin creer la hazaña conseguida y que no tenía palabras para expresar su felicidad. Pero cuando subió al podio lució tranquilo, cantó el Himno Nacional mientras la bandera tricolor se izaba. Pero cuando recibió el prestigioso trofeo, la que muchos llaman la ensaladera, sus lágrimas brotaron, las mismas que enjugó con sus manos.
Es como si hasta allí hubiese llegado el sentimiento del país entero que ayer logró la victoria que tanto anheló, gracias a los pedalazos y la inteligencia de su nuevo ídolo.
En el mismo lugar que en el pasado ocuparon estrellas del ciclismo como Eddy Merckx, Jacques Anquetil, Bernard Hinault, Miguel Induráin y Greg Lemond, entre otras, en el monumento de los héroes franceses, Egan Bernal se proclamó como rey del Tour. “¡Viva Francia y viva Colombia!”, exclamó el campeón.