El pasado 24 de septiembre, Chris Froome posó, al lado de su amigo Rigoberto Urán, con una sonrisa de oreja a oreja y, ambos, alzando el pulgar, daban señal de que todo marchaba bien, más allá de que el dedo del británico tuviera una férula.
Días antes, el cuatro veces campeón del Tour de Francia sumaba otro hecho en su accidentada temporada. “Estúpidamente me corté el pulgar con un cuchillo de cocina y tuve que someterme a una cirugía para volver a armar el tendón”, explicó en su cuenta de Twitter.
En ese encuentro con Froome, Urán, que durante la ronda francesa se fracturó la clavícula izquierda y el omóplato y tuvo daños en su pulmón, escribió: “Aquí dándonos moral y agradecidos de estar vivos, porque el 2019 no fue fácil. Esperamos estar bien para el 2020”.
Y parece que Froome, en tiempo récord, va bien en su recuperación. Confiesa que apenas está en 30% de rendimiento. Hace cuatro meses el pedalista de 35 años, perdió el control de la bicicleta cuando rodaba a 60 kilómetros por hora en un entrenamiento en el Critérium Dauphiné. Se fracturó el fémur derecho, el codo, la cadera y varias costillas.
Muchos se aventuraron a afirmar que no volvería a ser el mismo, pero el keniata blanco, con una voluntad férrea, acortará, desde este domingo, los plazos para competir cuando intervenga en el Critérium de Saitama, en Japón, prueba que rinde honor a las figuras del año y en la que estará presente Egan Bernal, campeón del Tour-2019.
De hecho, ayer, a Froome se le vio rodando por ese territorio asiático en medio de un tremendo aguacero, haciendo el reconocimiento de la ruta de los Juegos Olímpicos-2020. “Estoy feliz de retornar a este Critérium”. O, tal vez, de reencontrarse con las sensaciones de estar en carretera frente a otros rivales. “Es un súper humano”, ya lo decía Egan en referencia a su jefe en Ineos.