Jorge Diego Llano murió así como vivió, en medio de la montaña, desafiando lo imposible. El domingo, tras completar los 110 kilómetros del Ultrakossio en El Retiro, Antioquia, sufrió un paro que detuvo su corazón. La noticia estremeció al país del deporte extremo y a toda una comunidad que lo reconoce como pionero, maestro y promotor de aventuras.
“Hoy el Ultrakossio se detiene, la montaña también guarda silencio. Jorge Diego dedicó su vida a abrir caminos imposibles, a inspirar a otros a atreverse, a mostrarnos que la montaña es también un lugar para soñar. Descansa en paz, Jorge”, expresó la organización en un comunicado en sus redes sociales.
Jorge Diego abrió el camino de la aventura en Colombia
En 1999, Jorge Diego se convirtió en el primer colombiano en clasificar al mítico Eco Challenge Patagonia, una competencia de Discovery Channel que exigía habilidades en rafting, ciclismo, escalada, rappel y navegación durante días enteros sin descanso.
Aquel reto no solo lo marcó a él, sino que abrió una puerta insólita. Colombia podía estar en la élite de las carreras de aventura.
Desde entonces, junto a su compañera de vida y de ruta, Luisa Fernanda Ríos, se propuso multiplicar esa experiencia en el país. Nació la Travesía Max Bosi, que llevó competencias de aventura a lugares tan disímiles como el Amazonas, el Nevado del Ruiz o el Golfo de Morrosquillo. Allí, cientos de colombianos descubrieron que la montaña no era solo paisaje, sino una escuela, no tanto de resistencia física, sino transformación interior.
Pocos lo conocieron tan de cerca como Gustavo Calzada, organizador de eventos deportivos y amigo entrañable de Jorge desde hace más de dos décadas. “Yo conocí a Jorge Diego en junio de 2002, en una carrera en el Amazonas que se llamaba la Travesía Adventure Bosi. Él y Luisa Ríos fueron los pioneros de traer el deporte de aventura a Colombia. Creo que empezaron en el año 2000, con la Travesía Suroeste, después la Tayrona en 2001, y ya desde el 2002 yo me enganché con ellos”, recuerda.
Calzada describe con detalle lo que significaba correr junto a Jorge: “Una carrera de aventura es que te entregan una guía donde te dicen: vas a tener durante cinco días un circuito que arranca con 30 km de kayak, luego te subes a la bicicleta, haces 80 km, te bajas, haces 30 de caminata, y durante esa caminata tienes una prueba de cuerdas a 100 metros de altura en montañas o rocas. Eso era lo que Jorge nos trajo, esa locura hermosa de vivir cinco días seguidos en la montaña, de día y de noche, sin parar”.
Siete Cerros Medellín
De aquella pasión surgieron proyectos como Siete Cerros Medellín, una carrera urbana que rompió estigmas y mostró la ciudad desde otra perspectiva. “Corríamos por el metro, por bibliotecas, subiendo y bajando a Santa Elena, atravesando las comunas de noche. La gente nos veía con las linternas en la cabeza y nos decía: “ahí vienen los de los foquitos”. Eso lo generó Jorge. Nos mostró que la aventura podía transformar no solo a los corredores, sino también a la ciudad que los recibía”, cuenta Calzada.
Para Gustavo, Jorge siempre fue cálido, inspirador. “A mí personalmente me impulsó a crear mi propia empresa de eventos de aventura, que ya lleva casi 20 años. Inspiró a muchos como a Jaime Bobada en Santander, a decenas de equipos en Antioquia, a toda una generación que descubrió en él un referente. Antes de Jorge no había deporte de aventura en Colombia. Él y Luisa lo trajeron, así de simple”.
Más que un competidor, Jorge Diego fue un formador. Supo ver talento donde otros no, fue exigente pero cercano, estricto pero humano. “Era muy cálido con la logística, con los jóvenes, con todo el mundo. Una vez, yo estaba compitiendo en el Nevado del Ruiz. Íbamos agotados, y de repente Jorge apareció en su Land Rover verde con mi hija, que trabajaba en la logística, para que me motivara a llegar más rápido. Ese gesto me marcó. Así era él, sabía cuándo apretar, pero también cuándo abrazar”, recuerda Calzada.
A lo largo de más de 25 años, Jorge Diego organizó más de 30 competencias nacionales e internacionales, llevó equipos colombianos a podios mundiales como el Huairasinchi en Ecuador, y diseñó circuitos para reality shows y producciones televisivas. Pero más allá de los logros, su herencia es intangible, ormó una cultura de aventura que hoy florece en trail running, ciclomontañismo, raids de montaña y expediciones por todo el país.
“Él murió en su ley. Haciendo lo que le gustaba. Los aventureros llevamos eso en la sangre”, concluye Calzada.
Hoy, mientras la comunidad de corredores y montañistas se prepara para rendirle homenaje, queda claro que Jorge Diego Llano no se fue del todo. Su espíritu sigue vivo en cada río que se cruza, en cada montaña que se escala, en cada ciclista que se lanza a pedalear de madrugada. Porque Jorge no solo corrió por la aventura. Corrió por todos los que algún día, siguiendo sus pasos, descubrieron que en la naturaleza también se encuentra un hogar.
Hoy todos le decimos hasta siempre al capitán de la montaña.
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