Eran días de mucha incertidumbre en Australia. La comida y el alojamiento escaseaban por los pocos recursos económicos de los que disponían Felipe Castrillón y sus compañeros de la Selección Colombia de hockey subacuático, que asistieron al Mundial de 2000 en el país oceánico.
Antes de viajar, se desnudaron en una discoteca de Medellín para recolectar fondos, lo que provocó malas reacciones del Inder Medellín de esa época, entidad que nunca les colaboró. Fue el Área Metropolitana, en esa época, la entidad que les consiguió los pasajes, pero no tenían plata para sostenerse en aquel lejano país.
La situación los obligó a pedir a la organización que los dejara dormir en las gradas de las piscinas en las que iban a competir. “Nos dijeron que era imposible y nos ayudaron con un hospedaje. Cuando las tripas sonaban fuerte, alguien llegó con la información de que se estaban ofreciendo buenas cantidades de dinero por donar sangre y semen, para un proyecto de investigación científica. “Se pagaban entre 70 y 80 dólares por la sangre y 100 por colaborar con el proyecto; paseé con ese dinero por todo el país”, cuenta hoy Castrillón.
Es que la vida deportiva de este entrenador, nacido en Copacabana (Antioquia), ha sido de puros sacrificios para cumplir a cabalidad con los compromisos que le exige su gran pasión, el hockey subacuático.
Por allá en 1996, cuando iba a la piscina de su municipio, se fue encontrando con un deporte que requería total inmersión y esfuerzo bajo el agua. Junto con su hermano Sergio empezó a descubrir este camino de los fondos de las piletas. En el 98, con el club Orcas, derrotaron en un torneo nacional a conjuntos del Valle, lo que les permitió ser la base de la Selección Colombia que viajaría a muchas partes del mundo a competir. “Lo que pasa es que toda esta representación requiere mucha inversión y no hemos tenido el apoyo necesario”. Sin embargo, se ha costeado sus viajes con venta de jugos en la ciclovía, donaciones de amigos y familiares, y exprimiéndose al máximo en su trabajo como médico veterinario.
Desde el 2007 se dedicó a dirigir los conjuntos criollos. Ahí empezó a desarrollar talentos y consolidar las aptitudes de algunos que se sostienen, como las mujeres de la selección máster que quedó tercera en el Mundial de Sudáfrica de marzo. “Mi mayor logro es ver cómo nos miran con respeto en los otros países”, puntualiza Castrillón, a quien en la sangre, como la que donó en Australia, le fluye el hockey subacuático.
