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Mábel Lara está feliz de haber regresado a Cali

  • Mabel Lara seguirá presentando noticias pero ahora desde Cali. FOTO Colprensa
    Mabel Lara seguirá presentando noticias pero ahora desde Cali. FOTO Colprensa
13 de marzo de 2016
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Un ramo de rosas rojas, enviadas por su hijo Luciano y su esposo César Gálviz, le ponen el toque de color a la nueva oficina de Mábel Lara. Todos los días observa, desde uno de los edificios más altos de la ciudad, a esa Cali a la que decidió regresar cuando su esposo asumió la gerencia de Telepacífico.

“Me siento bendecida y siento que es una oportunidad maravillosa. Yo sí creo, como el maestro Rayo decía, que la luz en cada lugar es distinta. Hoy mis amigos me escriben y me dicen: ‘Te ves hasta más joven’, cuenta Mábel, quien ahora desde Cali presentará bloques informativos para Noticias Caracol del mediodía y liderará la última edición, que será un espacio de opinión.

En Blu Radio continuará con Blanco y negro, su programa de perfiles y Generaciones Blu, un espacio de responsabilidad social donde se abordan temas de vida plena. Y desde este lunes estará en Vive Cali, de lunes a viernes, de 11:00 a.m. a 12:30 p.m., para hablar de los temas de ciudad, nacionales o internacionales, desde la mirada local.

Galardonada el pasado fin de semana con el Premio India Catalina como Mejor Presentadora de Noticias, el cuarto en su carrera, Mábel Lara habló de su vida con El País, porque como ella misma dice: “No tengo nada que ocultar”.

¿Para qué sirve tener cuatro premios India Catalina como la Mejor Presentadora de Noticias?
Para asustarse mucho por la responsabilidad. Me intimidan, y mucho. A mí me dan susto las ‘Indias’ porque no puedo bajar el nivel.

¿La razón de dejar su trabajo en Bogotá es retornarle a César el sacrificio que él hizo, en su momento, por usted?
Definitivamente, sí. Pero aquí se unen varias cosas, una de ellas es el amor a Luciano, nuestro hijo. Muchos me han dicho que estoy loca por haber dejado Bogotá, pero ya estuve y triunfé. Ahora mi triunfo y mi proyecto es mi hijo. Quiero que él tenga una niñez como la que tuvimos nosotros, de andar sin camisa, descalzo, una niñez de meterse al río, de estar con sus primos, de hablar arrastrado y sacar ese espíritu divertido y extrovertido de quienes estamos en estos climas.

¿César y Mábel se han construido mutuamente, en una especie de complicidad?
Sí, mucho. César fue mi apoyo y mi sostén en Bogotá. En medio del showbiz, que es tenaz, él fue calma, paciencia, control. Ahora, yo soy quien le da la calma en este mundo que él está viviendo como gerente de Telepacífico. Lo admiro profundamente como director y productor de televisión. Yo soy producto de él, porque antes de ser pareja él me hablaba al oído en el apuntador, me recomendaba qué hacer, toda la vida ha sido así. Cuando salió la oportunidad en Caracol él me dijo: hay que hacerlo. Ahora, en esta etapa de su vida, le estoy ayudando a entender muchas cosas. Es mi compañero de vida y nos hemos construido los dos.

¿Volverá a Telepacífico?
No existe la más mínima posibilidad. Ni siquiera porque César sea el gerente. Ese es su proyecto profesional. Yo como familia le apoyo y lo acompaño, pero profesionalmente son historias distintísimas.

¿Por qué cuando estudiaba comunicación se negaba a estar frente a las cámaras y decía que quería ser productora?
En la universidad tuve compañeros que en medio de chistes me decían que yo no representaba el estereotipo de una presentadora de televisión. Decía que quería ser productora, pero por el miedo al qué iban a decir los demás. Pero en mi interior supe que yo iba a ser una buena presentadora y periodista.

¿Cuándo llegó la presentación?
La vida me ha ido llevando. Me había proyectado para ser comunicadora organizacional, pero gracias a una amiga tuve la oportunidad de hacer la práctica profesional en Deportes de Caracol Radio. Me metí a probar.

¿Y en qué terminó?
Fui productora. Allí conocí a Marino Millán, quien me apadrinó. Él siempre me decía: ‘Mi negra, usted es buena y a donde vaya le va a ir bien’. Cuando él empezó su programa ‘Mao te ve, Marino te oye’ me invitó a seguirlo. Allí yo era la muchacha buenona que hablaba de las bobadas de los deportistas, pero empecé a aprender de fútbol. Gracias a ese programa me llamaron a un cásting en Telepacífico, que fue un desastre, pero Marino Aguado se la jugó conmigo. Así empecé en ‘Nuestra herencia’ y con transmisiones en directo por Telepacífico. Creo que parte del éxito era documentarme antes de estar en cámara. Eso me dio libertad y disciplina.

¿Estar delante de las cámaras la hizo más vanidosa y fashionista?
Vanidosa, no; más cuidadosa. Sí, soy fashionista, pero eso me permitió entenderme y saber que no todo le queda a todo el mundo. Aprendí a buscar mi estilo. La televisión me hizo más insegura porque una cosa es que vivas tu vida para unos cuantos ojos y te digan ‘qué linda camisa’ y otra distinta es que millones de personas te estén viendo. Y saber también que a veces tienes días malos, pero hay que verse perfecto. Pero el hacerme más insegura fortaleció mi trabajo, sin importar que la camisa estuviera doblada, me enseñó a concentrarme en lo que estaba haciendo y diciendo.

¿Ha bajado el ritmo frenético que la caracterizó como universitaria?
El acelere no ha bajado. A veces quisiera bajarle porque me abruma. Quien me ha puesto los pies sobre la tierra es Luciano, porque le pone el ritmo a mi vida. Voy a su ritmo.

¿Sigue siendo rebelde?
Muy rebelde. Siento que eso ha marcado mi vida. Siempre tengo la ilusión de que, si esto se dice o se hace así, uno lo puede intentar de otra forma.

Todo rebelde tiene una causa, ¿cuál es la de Mábel?
El ser, no aparentar. En mi oficio, por ejemplo, he sido rebelde con mis productores cuando me dicen: ‘Es así en televisión’. Han sucedido cosas como que digan que no puedo salir vestida de blanco por mi tono de piel, o que no puedo salir crespa porque se ve “mañé”.

¿Las segundas oportunidades valen la pena?
Valen. Y cuando veo a mi hijo digo: ‘Sí que lo vale’. Con César estuvimos separados y en esa pausa yo sentía que había construido tanto con un ser humano maravilloso del que yo sabía que iba ser un buen papá. Así que hicimos un acuerdo de vida. Volvimos por Luciano, a buscarlo, a intentarlo, y aquí vamos en el camino.

¿Y Luciano tendrá hermanitos?
Por ahora no. Creo que es más fácil que adoptemos. Y lo hemos pensado mucho con César. Hoy digo no, pero la vida me ha dado tantas sorpresas que cuando digo ‘no’... con algo me sale.

Ha logrado muchos sueños, ¿cuál le falta por cumplir?
En lo personal, vivo el sueño de vivir en Cali. Mi sueño a futuro, cuando tenga 50 años, es salir de los medios, hacer radio, vivir en mi casa y trabajar con mi fundación en Piangüita. Allá quiero llegar a sentarme con las negras ‘rabonas’, así como voy a ser yo, a hablar con ellas y ayudarles a solucionar sus problemas. Y en las tardes hacer en la casa un cineclub para los niños de la región. Eso lo hemos soñado con César, mientras Luciano es un ciudadano del mundo, haciendo su vida. Hoy mi sueño es vivir el ahora, el presente.

Mábel, en blanco y negro

Yo soy una negra tardía. En mi casa nunca me criaron con esa idea de ‘eres negra’ o ‘eres blanca’. Yo era una niña, una mujer, hija de Javier y de Hilda. Tengo primos monos ojiverdes y otros negros. No había diferenciación racial. Pero la reacción de la gente fue la que me hizo sentir que era diferente a los demás”.

Mábel Lorena Lara Dinas, hija de una afrodescendiente caucana, licenciada en literatura, y de un comerciante de origen paisa, recuerda que un día cuando paseaba con su padre, un hombre de piel blanca y ojos claros, notó que la gente los miraba diferente. “En una oportunidad le preguntaron a mi papá si yo era adoptada”, relata.

Su madre, Hilda Dinas, supo cómo manejarlo. “Me regaló el libro La historia del negro en Colombia y me explicó qué éramos, de donde veníamos. Así empecé a forjar mi identidad”. Y de paso, su carácter de mujer disciplinada.

“Siempre le dije que por nuestro tono de piel nos iba a tocar un poquito más duro. A ella y a su hermana María Fernanda les infundí que teníamos que ser las primeras o destacarnos. Mábel siempre supo que había que exigirse”, cuenta Hilda Dinas.

En la Universidad Santiago de Cali, donde Mábel llegó a estudiar comunicación social, descubrió sus raíces afro: “Empecé a sentir el black power. Vi mucha gente de Buenaventura y del Chocó, y yo ni conocía el Pacífico. Tuve un novio negro y con unas amigas me llevó a conocer el universo afro. El momento cúspide fue cuando me llevaron a una edición del Festival Petronio Álvarez y allí se me alborotó la negritud”.

Desde niña, Mábel se destacó como una buena estudiante, “pero no clavada de los libros”, dice su mamá. Se graduó como comunicadora social en 2002, se especializó en gerencia social, cursó estudios en Relaciones Internacionales y Ciencia Política y es candidata a una maestría en Gerencia del Desarrollo.

Sus profesores admiraban su capacidad para captar todo muy rápido, aunque los confrontara. “Mábel no traga entero, ella tiene que decir lo que piensa”, dice su madre.

Cuenta que el oficio también le ha generado “crisis de depresión sobre el quehacer del periodismo. Sobre mi rol me confronto mucho, sobre lo que pasamos en los medios. Ahora sé que el éxito es un momento y que la realización es el foco”.

Hoy, desde su oficina en Cali, reconoce que ya cumplió sus sueños.

“Yo ya me realicé, cumplí mi sueño. Soñé con ser presentadora de noticias y, pese a las adversidades, lo logré. Soñé con ser la mejor, lo logré. Soñé y logré que la gente entendiera que yo era más que ‘La negra de las noticias’ o ‘El color de las noticias’ y brilló la periodista. Para mí todo es ganancia y necesitaba esta reinvención”.

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