Cuando María Eugenia Díaz tuvo que dejar el corregimiento de Güíntar, en Anzá, para estudiar el bachillerato en La Estrella, le preguntaban de dónde venía. Respondía con un nombre que sonaba extraño y nadie reconocía. Esa experiencia despertó en ella un deseo: quería que la gente conociera su pueblo. Desde entonces nació la idea de crear algo que lo pusiera en el mapa.
Años después, regresó a Güíntar, se enamoró de Edier Álvarez y se fue a vivir a su finca. La caficultura se convirtió en rutina: Edier recogía, secaba y vendía el grano a la Cooperativa de Caficultores del Occidente de Antioquia, mientras María Eugenia trabajaba para una empresa local.
La rutina cambió drásticamente en 2022, cuando ella se quedó sin trabajo. Para ocupar su tiempo, se inscribió en un curso del Sena sobre elaboración de productos de café. Allí se sumergió en el mundo de aromas, sabores, procesos y preparaciones exquisitas del grano. Esta experiencia le dio la visión y el impulso para materializar su sueño. Así nació su marca con el nombre anhelado, Café de Güíntar.
Al principio, la ilusión se topó con la dura realidad. Aunque pensaban que venderían “como pan caliente”, la verdad fue que tuvieron que consumir su propio café para evitar que se perdiera. “Uno iba a ferias y no vendía nada, eran más los gastos”, recuerda.
Su perseverancia la llevó a buscar aliados. La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia la apoyó con auditorías de exportación, capacitaciones en finanzas y bootcamps de café, donde continuó su formación en fermentaciones y cata. Además, le abrieron las puertas en el evento Café Fina Experiencia, donde conoció a Andrea Murillo, de Raiz Up, y a Alexander Escobar, de Café Euge, con quienes hoy comercializa en Medellín.
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