Cuando a Yuri Tatiana Moncayo le preguntan por su pasado, ella no puede responder con claridad porque tiene muchas "lagunas mentales". La única certeza que tiene es que su vida se partió en dos en el momento del secuestro de su hermano, el sargento Pablo Emilio Moncayo.
Su nombre salió a la luz pública, en 2007, cuando junto a su padre, el profesor Gustavo Moncayo, decidió recorrer el país pidiendo la libertad de 'Pablito', como le dicen en la casa.
Hoy, en medio de la expectativa por el proceso de liberación de su hermano y del soldado Josué Daniel Calvo, Yuri recuerda con dolor la infancia que le tocó vivir, como consecuencia del secuestro de Pablo.
La última Navidad
Ella tenía 11 años, ese 21 de diciembre de 1997. La llamada de un primo alertando del ataque al cerro de Patascoy (Nariño) le cambió la vida para siempre. Yuri era la menor de los Moncayo y en plena Navidad ella solo esperaba sus regalos.
"Mientras en la casa todos gritaban, lloraban y corrían, yo preguntaba por mis regalos, quería encontrarlos", recuerda. Fue su hermana mayor la que le contó lo que pasaba. En un principio la información decía que Pablo Emilio estaba muerto. Solo tres meses después de la toma, el Ejército confirmó que estaba en poder de las Farc.
Tiene un vago recuerdo de la primera prueba de supervivencia, una carta que envió Pablo Emilio en la que narraba cómo vivía en cautiverio. "Es como si me hubieran borrado lo que vino después".
De niña a mujer
En el tránsito de la niñez a la adolescencia, las preguntas invadían su cabeza. Quería saber por qué su familia tenía que vivir este drama y cada día se preguntaba cuánto duraría el secuestro y cómo estaría su hermano. "Pasaba horas y horas leyendo. Ya no salía de mi cuarto y sólo cuando escuchaba accidentalmente a mis padres llorar o discutir recordaba mi realidad".
Yuri creció oyendo hablar de un solo tema: el secuestro. "Aprendí a costa del dolor" porque su anestesia la hallaba en los libros.
"Mientras mis amigas salían y se divertían, yo quería hacer cosas productivas por mi familia", por eso vivió muy distinto a las jóvenes de su edad. Al fin y al cabo sus días transcurrían y aún transcurren junto a su padre, esperando al hermano que se fue hace 12 años.
Cuando recuerda esos años de 'confusión mental', como los llama ella, es inevitable constatar que su piel se eriza. "Ese paso de niña a mujer en medio del dolor por no tener a mi hermano fue caótico".
Pero no duda en afirmar que le sirvieron para madurar, para entender que el país enfrenta una realidad y que nadie está exento de sufrirla.
Yuri espera que antes de que acabe el año, terminen estos 12 años de sufrimiento y pueda abrazar a su hermano y que él vea cómo la niña de la casa creció hasta convertirse en la mujer que es hoy.
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