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A Bacon

13 de marzo de 2009
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Querido sir Francis, los tiempos que corren son de progreso, hipócritas y ciegos. Y como usted, en su Nueva Atlantis (utopía científica), pregonaba que el conocimiento sería fuente del bienestar y la felicidad, bueno es decirle que se equivocó. Es claro que hoy sabemos más y la tecnología ha llegado hasta puntos nunca vistos. Pero, paralelamente, eso que sabemos (o que queremos saber) y usamos, no ha dado una respuesta a la razón y fin del conocimiento: ser más humanos. Diría que hoy en día somos más competentes, pero la competencia no hace bueno a nadie. Más motores, más ondas, más alambres, más chips, lo que ha producido es una devastación del ambiente y una proliferación de enfermedades, si no desconocidas, sí críticas: afecciones respiratorias crónicas, ansiedades desmesuradas, nuevos tipos de cáncer y de locura, etc.

Pongamos por caso a Medellín (esta ciudad de imprevistos y sobresaltos). La ciudad ha progresado, sir Francis, pero en la misma medida ha duplicado su emisión de gases y casi triplicado el nivel de ruido. Las enfermedades de los bronquios han superado los índices de cuando estaba permitido fumar en todas partes y por eso los médicos en lugar de recomendar no fumar, debieran prescribir no respirar. Basta ver las cámaras de gas que son nuestras avenidas, selvas de motos, taxis, camiones y buses. Y si a esto le sumamos la cantidad de gente rabiosa que habla por celular, aparato este más peligroso que el cigarrillo pero al que la publicidad le esconde los daños a cambio de más minutos. Progresamos, es claro, pero en ese progreso nos anulamos como seres vivos.

En la Edad Media (que a pesar de lo oscura tuvo sus luces), la ciencia se definía como el cuidado de las cosas, con el fin de que fueran siempre lo que eran y no otras y, de esta manera, contar con ellas por su esencia, características y humores. Pero hoy, sir Francis Bacon, la ciencia más parece un club de aprendices de mago, que logra algo sin tener en cuenta los efectos colaterales. Y de efectos colaterales estamos llenos, basta analizar la comida chatarra, las emisiones de ondas, los efectos climáticos, la forma de pensar casi que esquizofrénica, el mundo de lo Ligth (que legitima la estupidez) y bueno, querido sabio, somos buenos para desarrollar lo que nos destruye y muy poco inteligentes para prever. Y si hay un interés por rebajar la población del mundo, quizás esta sea la forma.

Sin Francis Bacon, Barón de Verulam (1561-1626). Filósofo inglés y creador de una de las grandes utopías del mundo barroco (otros dirán que isabelino), La nueva Atlantis, en la que cifra la felicidad humana en el progreso. También escribió Novum Organum, este sí un libro serio.

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