El asesinato del empresario Uriel Ruiz Flórez conmovió a Medellín. Su muerte, en medio de un intento de atraco, y provocada por el absurbo de la violencia urbana y de la irracionalidad de quienes la ejercen, nos hizo pensar en el dolor que brota en la gente cuando se aniquilan los sueños y las acciones de personas emprendedoras, ejemplares.
Él fue (y será) modelo de superación: surgió de la modestia y de las ganas de triunfar que a menudo erigen grandes hombres. Comenzó con su carro de pizzas en la calle, 15 años atrás. Su determinación lo convirtió en el dueño de varios restaurantes y, sobre todo, en espejo de sus trabajadores, que lo querían porque Uriel, al decir de ellos mismos, era un gran patrón. Un hombre de familia y de bien.
Qué tristeza que las balas de la delincuencia acabaran esa llama de optimismo que portaba. Que se deshicieran, en su humanidad irrecuperable, los valores de un ciudadano querido. No lo olvidarán quienes gozaron su ejemplo.
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