Sí, fue el Truman Capote más recordado del cine, sin duda. Pero Philip Seymour Hoffman fue más que ese protagónico papel que le valió un Oscar de la Academia, en 2005.
En realidad, tejió su carrera con papeles secundarios que algunas veces eclipsaron o rivalizaron con el protagónico. Es fácil observarlo en una suerte de competencia con Joaquin Phoenix en The Master. Tampoco se puede perder de vista como Freddie Miles en El Talentoso Sr. Ripley. Ni mucho menos en Felicidad, en la que interpretó a un hombre que hace llamadas obscenas por teléfono.
Inquietante. Misterioso. El hombre de las mil caras. Era uno de esos actores con "presencia escénica", que no pasaban desapercibido en pantalla, dice el crítico de cine, Samuel Castro. Era considerado un maestro de la interpretación. En sus primeros años dio el salto del teatro al cine independiente.
Magnolia y Flawless. Dragón Rojo y la Duda. Papeles tan disímiles que hacen difícil reducir su amplia filmografía a un estilo.
En 1997 empezó a hacerse conocido por su rol en Boogie Nights y, desde entonces, empezó una fructífera colaboración con el director de cine, Paul Thomas Anderson.
Conquistó Hollywood y a pesar de su figura obesa, que encajaba a la perfección en ciertos roles, su talento y espectro lo hacían candidato para múltiples propuestas.
Había confesado su lucha contra las drogas. Ayer, cuando fue encontrado muerto en su residencia en Manhattan por una supuesta sobredosis, el mundo del cine quedó en suspenso.
"Fue un genio, valiente y dulce", escribió en un tuit, Susan Sarandon. "Una hermosa alma", dijo Jim Carrey. Se fue el talentoso señor de la actuación, el maestro de la pantalla. Queda su legado en más de 60 filmes.
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