Pagar impuestos es, sin duda, un asunto mortificante. Con esa frase no pretendo restarle importancia a lo que representan estos como contribución para el beneficio social y el desarrollo del país, lo que quiero resaltar es que tras los procedimientos para el pago y cobro de impuestos, hay una perversa dinámica para los contribuyentes.
No solo es objetable la atención que ofrecen los funcionarios de la Dian, también las continuas reformas tributarias generan un permanente desconcierto en los ciudadanos. ¿O qué tal ese limbo insólito generado por la actual propuesta de una nueva reforma, cuando apenas estamos entendiendo la última?
Es un trayecto tortuoso el que debe atravesar un contribuyente que, con la mayor voluntad, pretende iniciar un trámite para pedir una resolución de facturación y, así, dar inicio a una empresa. Pasa igual cuando esta se vence.
Para graficarlo un poco, les cuento un caso que pude conocer en detalle. Un nuevo empresario inició dicho trámite y tuvo que esperar hasta 7 horas para que el turno le llegara. Una vez inició la corroboración de documentos, al funcionario le pareció que una firma no coincidía con otro documento adjuntado. Así es: al usuario le tocó volver. Posteriormente le indicaron que la cámara de comercio correspondiente no había especificado cierta información. En fin…ese nuevo empresario tuvo que asistir en 10 ocasiones —repito: 10 ocasiones—, durante 2 meses, para legalizar su situación.
Es increíble que la Dian, el organismo estatal más poderoso del país, se haya convertido en el "coco" del contribuyente. ¿Acaso conocemos su política de modernización, de mejoramiento de sus instalaciones y equipos? ¿Su personal ha incorporado estrategias para dar una atención amable? No, es a regañadientes que se atiende al contribuyente.
Hoy por hoy es la entidad que más pereza y desidia provoca en los colombianos. Es paradójico, pues mientras se gana terreno en la conciencia de los ciudadanos frente al deber de pagar impuestos, perdura la manera degradante como se atiende y persigue al contribuyente. ¿O es que acaso se hace algo por mejorar la atención de aquellos que sí cumplen con sus obligaciones? Como si fuera poco, los niveles de corrupción en el interior de la Dian evidencian que "en casa de herreros, azadón de palo". No en vano el anterior director se sintió impotente y tuvo que huir del país, como respuesta a su valentía para denunciar las mafias en el interior de ese organismo.
Ahora anuncian una nueva reforma tributaria, pese a que los contadores y asesores tributarios no han terminado de asimilar esa cantidad de incisos de la más reciente. Se dijo que la nueva propuesta es para tapar un hueco fiscal, lo cual es obvio, pues este Gobierno ha hecho muchas promesas, por ejemplo, para el sector agrícola. Los compromisos derivados del paro, pueden estar superando los tres billones de pesos.
Y en esa misma línea, conviene preguntarse cuánto le va a costar al país lo que produzca el acuerdo de paz con las Farc. Según el Ministro de Hacienda, la cuota inicial no baja de 15 billones de pesos. Eso, entiéndase, no reduce directamente la pobreza ni mucho menos la violencia de las "bacrim". Porque ese es el otro gran reto, uno que, sin duda, nos traerá muchas otras reformas tributarias y, automáticamente, nos pone a firmar con la Dian un futuro tributario sin salida.
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