Lois Rusell se lamenta cada vez que lo recuerda. A sus 83 años ya no tiene casa.
"¿Qué voy a hacer? ¿Dónde voy a ir?", preguntó la mujer que había vivido en la granja 57 años a María Sudekum Fisher, periodista de la agencia AP.
"No voy a regresar después de esta", dijo Lois, mientras miraba su casa sumida en el agua cerca de Gulfport por tercera vez desde 1965.
La mujer es una de las tantas personas damnificadas por las lluvias que desde hace más de una semana caen torrencialmente en el medio oeste de E.U.
Los fuertes aguaceros, acompañados de vientos que han dejado sin techo a muchas casas, han hecho que el nivel de grandes ríos estadounidenses suba.
El que más amenaza ahora es el Misisipi cuya crecida ya inudó y devastó gran parte del sureste de Iowa.
Ya unas 25.000 personas en Cedar Rapids se vieron obligadas a dejar sus hogares, 19 edificios en la Universidad de Iowa se inundaron, y se paralizaron las plantas de tratamiento de agua en varias ciudades.
Adicional a ello, el Misisipi, el gran río norteamericano, rebasó ayer nueve terraplenes artificiales anegando tierras de agricultura, hecho que amenaza, además, ciudades de Misuri e Illinois.
Las inundaciones hicieron que el pequeño pueblo de Meyer, un caserío compuesto por casi 50 construcciones, debiera ser evacuado totalmente.
Pero lo que es tragedia para unos es felicidad para otros.
"Es terrible decirlo pero la brecha en el terraplén allá (en Meyer) nos ayudó a nosotros aquí (en Grafton)", dijo al periódico St. Louis Post-Dispatch, Greg Medford, residente de Jerseyville, quien el martes fue a Grafton a ayudar poniendo bolsas con arena alrededor de la tienda de su padre.
En varias partes de Misuri e Illinois miles de residentes, soldados de Guardia Nacional, bomberos y hasta reclusos de prisión trabajaron ayer, como lo han hecho durante varios días, apilando bolsas de arena y maderas en diques improvisados para contener la inundación.
Según el New York Times se han cosntruido barreras de protección con 1,3 millones de sacos de arena en toda la zona del Misisipi.
"Es algo que destroza el corazón: uno trabaja duro y por tanto tiempo y todo queda en nada", dijo al St. Louis Post-Dispatch Glenn Orr.
Orr, de 81 años de edad, ha sobrevivido a las inundaciones mayores de 1944, 1951, 1960 y 1993 y, aunque él y su esposa se habían trasladado a tierra alta en Lima después de la última inundación, él se subió al terraplén el martes para ayudar en los esfuerzos de contención.
"Ya tengo muchos años y no es mucho más lo que puedo hacer", dijo. "Pero allí estuve. Es, simplemente, que hay demasiada agua".
Aunque el cielo azul de ayer dio un respiro a miles de daminificados, el Servicio Meteorológico estadounidense pronosticó para hoy el regreso de las lluvias.
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