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Cambio de rumbo

12 de febrero de 2009
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El cambio del jefe de la cartera agropecuaria debería servir de oportunidad para que el gobierno nacional y la opinión pública revisaran a conciencia las políticas sectoriales y sus resultados. El cumplimiento de los principios de eficiencia, eficacia y equidad, junto con la necesidad de hacer sostenible el desarrollo, deberían aportar elementos de juicio para tal evaluación. Adicionalmente, dichos resultados deberían revisarse a la luz de los procesos de transformación y modernización que deben darse en todo proceso virtuoso de desarrollo agrícola.

Las cifras oficiales ayudan a poner en perspectiva los resultados de la política agrícola aplicada por la administración Uribe en sus dos períodos de gobierno. Respecto al crecimiento agropecuario, se ha dicho, reiteradamente, que el crecimiento del sector ha estado por debajo del total y que la brecha de crecimiento entre ambos es creciente. Otra característica es que las principales fuentes de dicho crecimiento, el café y el grupo de pecuarios, no están directamente relacionadas con los énfasis de la política agrícola. La agricultura sin café, no obstante los subsidios, la protección y los apoyos recibidos, crece muy por debajo de los otros subsectores agropecuarios. Todo esto ha determinado que el sector agropecuario pierda participación en el PIB total. Un uso adecuado y eficiente de la gran riqueza natural del país debería dar un resultado totalmente opuesto al logrado hasta ahora.

Desde el año 2003, el área total sembrada en cultivos agrícolas se encuentra prácticamente estancada, pues el crecimiento de los cultivos permanentes sólo alcanza para compensar la baja en las siembras de los transitorios. En estos últimos cultivos es donde se han centrado los principales esfuerzos de la política pública y donde se hace más evidente la ineficacia de tales esfuerzos.

Por su parte, la producción agrícola tampoco responde mayormente y son los cultivos permanentes los que sostienen el crecimiento agrícola, que, como se dijo, es bajo.

En cuanto a la generación de empleo, los resultados son bastante ambivalentes, pues, mientras el empleo en las actividades agrícolas presenta un crecimiento constante, producto de la expansión de los cultivos permanentes, la ocupación total en el campo presenta una ligera tendencia a disminuir al tiempo que se presenta una leve reducción del desempleo rural.

Esto indica que la generación de empleo en las actividades agrícolas ha resultado insuficiente para compensar la pérdida o la baja generación de empleo en otras actividades agropecuarias. Ello pone de presente que, muy probablemente, el crecimiento de estas actividades ha estado más ligado a la incorporación de capital que a la generación de nuevos empleos.

De otra parte, en los últimos años los alimentos se han convertido en uno de los principales determinantes de la inflación total, lo cual evidencia problemas estructurales en la oferta agrícola, pues la inflación de alimentos está ligada, esencialmente, al comportamiento de los bienes no transables. En cuanto al comercio de bienes agropecuarios, gracias al crecimiento mundial de los últimos años se registra un aumento en las exportaciones sectoriales, pero su ritmo de crecimiento es menor al del resto de los sectores económicos, lo que hace que las exportaciones agropecuarias continúen perdiendo participación en las totales. Las importaciones agropecuarias, por su parte, aunque también crecen, lo hacen a un ritmo menor al de las importaciones totales.

De esta manera, el sector agropecuario contribuye positivamente a la generación neta de divisas. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el superávit comercial agropecuario proviene, esencialmente, de actividades básicas, como café y ganado, pues la canasta exportadora es la misma de décadas atrás.

Así, la ineficacia de la política y de la inversión pública, expresada ésta en el mediocre desempeño del sector agropecuario, indica que el país requiere un replanteamiento en su manejo.

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