<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
HISTÓRICO
Carlos, el milagro de la Madre Laura
  • Carlos, el milagro de la Madre Laura | Marta Cecilia Garcés y Carlos Eduardo Restrepo viven felices tras el milagro de la Madre Laura, que le permitió recobrar la salud al médico, hace ocho años. FOTO EDWIN BUSTAMANTE
    Carlos, el milagro de la Madre Laura | Marta Cecilia Garcés y Carlos Eduardo Restrepo viven felices tras el milagro de la Madre Laura, que le permitió recobrar la salud al médico, hace ocho años. FOTO EDWIN BUSTAMANTE
Por LILLIANA VÉLEZ DE RESTREPO | Publicado

Cuando Marta Cecilia Garcés habla de su hijo, el médico anestesiólogo, el lector empedernido, el viajero curioso... se le sale el orgullo de madre y el agradecimiento infinito por tenerlo consigo. Pero, cuando están juntos, se siente un chispazo, una magia cómplice, que surge de los que se conocen, se aman y han vivido una experiencia transversal, que les cambia la vida.

El próximo 13 de enero se cumplirán ocho años desde la noche en que la Madre Laura "nos miró con ojos de Misericordia", dice Carlos Eduardo Restrepo Garcés.

De un pronóstico irreversible y fatal, volvió a la vida.

Y lo hizo con esa misma vitalidad que lo caracteriza. Ha sido un estudioso de tiempo completo. Luego de terminar su carrera de Medicina, en el CES, se especializó en Londres e hizo estudios en Canadá.

No le queda tiempo sino para su profesión. "Trabajo para que mi mamá pueda hacerse los rayitos del pelo", bromea. Ella sonríe, y se deshace en elogios. Entonces, él, apenado, le dice: "No mamá, no digas más. Volvéte seria".

Habla entonces de sus hijos, de lo diferentes que son y de la manera como se complementan. "Carlos Eduardo, en la casa, no sirve para nada, no prende un bombillo. Solo sabe trabajar para Bernardo y yo. Le encanta leer y para él estudiar es un placer. Tiene una capacidad de escribir impresionante, tiene 38 publicaciones en el exterior y es coautor de dos libros".

Andrés, por su parte, "es un McGiver odontólogo", como lo define Carlos Eduardo. "Es sociable, amante de las fincas y los caballos, extremadamente simpático y entrador", añade la mamá.

"Yo no soy amargado, me considero una persona muy feliz, pero no tengo la cara más simpática, y cuando hago una sonrisa, tristemente se ve falsa", explica Carlos Eduardo.

A pesar de su cara seria cuando se mueve entre amigos y colegas es otra cosa: es el que cuenta chistes, los hace reír y los imita. "A él le da brega entrar, pero es salvajemente amistoso y gran amigo", dice doña Marta.

Andrés es el protector, "es como otro papá para Carlos Eduardo y sería capaz de hacerse matar por su hermano".

Cuando Carlos Eduardo asiste a algún congreso internacional se turna para llevar a su mamá o a su papá de viaje. En Cancún, cuando viajó con su madre, le ofrecieron la suite con champaña y rosas pensando que iban de luna de miel. Ellos sonríen al recordar. Se ven joviales y compinches.

Durante un viaje a París, entre tantas iglesias, museos y zonas de interés, Carlos Eduardo interrumpía los paseos para relacionar uno u otro tema. "Y yo pensaba: "¡Ay…, yo no estudié; entonces me la pasé de recreo", añade con risa e ironía. "Hay que leer", parece sermonearle Carlos Eduardo.

Sin embargo, su saber también se ha hecho de las travesías y de recursos insospechados. Conoce el mundo entero a punta de sus trabajos y exposiciones. "Vive en función de leer, estudiar y trabajar. Es un verdadero científico. Es tan consagrado que aprendió inglés por sí mismo. Cuando terminó de hacer su rotación en Londres le preguntaron un día: ¿De dónde es tu inglés? Y les respondió: "De HBO y Disney Channel", recordó doña Marta.

La dimensión espiritual
"Tengo que decir que no soy un puente con la Madre Laura aunque yo soy el parcero, el conocido. No quiero que se pierda la esencia de lo recibido. No soy un iluminado escogido", dice con profunda humildad.

Agrega que su puente laboral es la anestesia, con la que lleva a una persona de un estado a otro, y que es la Madre Laura el verdadero puente hacia Dios.

Insiste en estas precisiones porque muchas personas le dicen que él es un puente a Dios. "Es algo muy atrevido, y esperan cosas de mi". Hay gente que le ha pedido que le imponga las manos a un ser querido enfermo. "Lo mejor que yo puedo dar a un paciente es lo que sé hacer y mis oraciones", remata.

Agradece y resalta entonces que en lo que más cambió su vida después del milagro fue en el incremento de la humildad y la sensibilidad.

"Somos una familia muy unida, los cuatro, junto con Bernardo mi esposo y mi otro hijo Andrés. Sentimos una felicidad tan grande que mata cualquier recuerdo del sufrimiento vivido", señala Marta Cecilia.

Refiriéndose al milagro: "se sienten cualquier tipo de sensaciones: alegría, gratitud, susto. Aunque suene a frase de cajón, no hay palabras con qué describirlas.¿Quién en la vida piensa que con un favor que recibió a alguien lo van a nombrar santo en El Vaticano? Nadie. Este es un proceso único".

A pesar del tiempo transcurrido, él y su familia aún siguen "procesando" los hechos. Cada que los recuerdan la piel se les eriza. Mientras repasa detalles se ve interrumpido por colegas del Hospital Pablo Tobón Uribe que de lejos o de cerca lo saludan y felicitan. "¡Es un honor tenerlo aquí con nosotros…", dice el médico Héctor Zuluaga, al tiempo que lo felicita. A él y a su mamá.

Un suspiro del cielo
Mono, La Negra y su hijo Moncho son la adoración de Carlos Eduardo. Con estos tres labradores se divierte en su finca en La Ceja, un refugio al que acude cuando puede descansar. "Cuando podemos ir aprovecha para dormir hasta tarde, desayunar con punta de anca y mecatear en las tardes", agrega la mamá mientras confiesa que el postre preferido del médico es Suspiro del Cielo, del Repostero.

Y suspiros son los que sigue emitiendo cada vez que lo abordan para preguntarle sobre el milagro; cada vez que recuerda el día en que ya todos se estaban despidiendo y prometiéndole que lo verían en la otra vida.

Y cada vez que sueña con su viaje a El Vaticano, "porque no me quiero perder la ceremonia de santificación por nada del mundo".

x