Mucho se ha hablado del escándalo del famoso padre Alberto Cutié, ocurrido semanas después de que el presidente de Paraguay y ex obispo Fernando Lugo reconociera la paternidad de su hijo.
Ambas experiencias nos ayudan a creyentes y no creyentes a toparnos con la fragilidad humana, a descubrir que los líderes espirituales también tienen tentaciones y que muchos de ellos lamentablemente caen. Pero creo que es una falacia pensar que por la doble vida que muchos llevan, la Iglesia tenga que repensar en el tema del celibato sacerdotal. ¿Acaso alguien cuestiona que se debe abolir la fidelidad matrimonial por la cantidad de escándalos de infidelidad que ocurren entre cientos de personajes públicos?
Ni al Padre Alberto, ni a Fernando Lugo, nadie los obligó a ser sacerdotes. Ellos escogieron libremente este camino y sabían a qué se comprometían. Tentaciones tenemos todos. También las han tenido hombres de grandísima talla espiritual, y el hecho de reconocerlas para así vencerlas, es justamente lo que los ha hecho grandes. Basta con leer escritos de personas como la Madre Teresa de Calcuta, el Papa Juan XXIII, san Francisco de Sales, por mencionar sólo unos cuantos dentro de una inmensa lista. Hombres como nosotros que dan su testimonio en primera persona de cómo han luchado contra múltiples tentaciones.
El espacio es demasiado corto para explicar la naturaleza y el sentido del celibato. Pero es preciso anotar que es una antiquísima tradición de la Iglesia, fruto de una reflexión que tiene sus fuentes en las Sagradas Escrituras, especialmente en el evangelio de san Mateo y en las cartas de san Pablo.
No se trata simplemente de decir "no" al hecho de tener una pareja o una familia. Bien lo dijo el Papa Juan Pablo II en la carta apostólica Pastores Dabo Vobis: "Por tanto, el celibato ha de ser acogido con libre y amorosa decisión que debe ser continuamente renovado, como don inestimable de Dios, como "estímulo de la caridad pastoral".
Aunque no son pocos los sacerdotes que rompen sus compromisos en situaciones como ésta y en otras aún más graves, es cierto que muchos de ellos en todo el mundo están desempeñando con un gran testimonio la vocación a la que han sido llamados, viviendo el amor universal en medio de sus feligreses y haciendo tan fecunda su entrega, que se convierten en auténticos padres espirituales de cientos de almas. Pero como no son objeto de escándalos, por ello no son noticia.
Más que replantear el tema del celibato, debemos recordar el sentido de esta vocación, tal como lo dijo el Papa Benedicto XVI al día siguiente de ser elegido: "La identidad sacerdotal no debe compararse jamás con un título secular o confundirse con un cargo civil o político. Antes bien, configurado a Cristo, que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo (cf. Flp 2, 7-8), el sacerdote vive una vida de sencillez, castidad y servicio humilde, que estimula a los demás con el ejemplo".
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