Antes sucedía solo en las oficinas. Acudía usted a la cita con el ejecutivo, con el gerente, con el jefe, éste le daba acceso a su despacho, y a continuación debía usted padecer la interrupción periódica de la conversación ante la voz de la secretaria que anunciaba la entrada de una, de dos, de incesantes llamadas telefónicas.
Usted pensaba entonces que habría sido mejor buscar por teléfono al personaje, pues evidentemente este aparato tiene prioridad sobre la presencia física del interlocutor. Cada solicitante telefónico, de hecho, resuelve su asunto más rápida y eficazmente que el visitante de carne y hueso.
Hoy en día este cortocircuito comunicativo ocurre a toda hora, en todo momento, con cualquiera de los 40 millones de colombianos que tienen un teléfono celular. Los otros cuatro millones que quedan por fuera de los indicativos de cobertura móvil, han de ser los niños menores de dos años que todavía no hablan, los mudos, los sordos, quizás las monjas de clausura, y uno que otro extraterrestre no descubierto aún por los eficientes vendedores de aparaticos colgantes.
Aconsejaba Confucio en el siglo VI antes de Cristo que "donde quiera que vayas, vete con todo, lleva al lado a tu corazón". El sabio chino, al anteponer la preposición 'a' al corazón, lo trata no como un simple músculo, sino como si fuera un amigo, una persona, un ser de las entrañas.
Pues bien, esa integridad del ser en todo momento es lo que suprime arteramente el celular. Los individuos contemporáneos no llevan al lado a su corazón, como si éste fuera su mejor amigo para intercambiar con otros amigos merecedores de toda la atención y cercanía. Llevan en cambio su teléfono, un objeto sonoro y vibrátil, que los arrebata de esta cercanía con una urgencia inaplazable.
Llega usted al restaurante acordado con esos tres compañeros del bachillerato a quienes no ve hace años. Sucesivamente van timbrando los pequeños tiranos, y de repente se descubre usted íngrimo, contemplando desde una lejanía de espíritu esas tres conversaciones fantasmas que, además, no tienen ninguna relación entre ellas. La escena puede repetirse varias veces a lo largo del almuerzo, que acaba por convertirse en una colisión de autistas, en un simposio de fragmentos humanos.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6