La detención y el proceso judicial del agente de Policía Edilson García Higuita y de Hernán Darío Giraldo, alias "Cesarín", uno de los jefes de la estructura criminal denominada "La Oficina", puso al descubierto el alcance de los tentáculos del crimen organizado. Su poder corruptor, que en este caso es el mismo del narcotráfico. Pero de igual manera evidenció la capacidad que tienen la misma Policía y la Fiscalía para adelantar tareas de contrainteligencia y de detección de infiltrados en sus huestes. Un buen síntoma de ese "positivo" son las numerosas capturas de sicarios y decomisos de armas de los tres últimos meses. Una purga y una limpieza institucional que deben mantenerse para que no se erosione el buen nombre institucional.
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