Muchos sufrieron y cargaron con la maldición de no ver campeón a su equipo por más 30 años. Pensaban que la muerte llegaría sin ver una vuelta olímpica roja, pero durante los últimos años han gozado como niños .
Los jóvenes cultivan una pasión que no tiene fronteras. Ellos sostienen la tradición de los "viejos": entregan su vida a un sentimiento llamado DIM.
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