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Doble cachetada

  • Rafael Nieto Loaiza | Rafael Nieto Loaiza
    Rafael Nieto Loaiza | Rafael Nieto Loaiza
06 de marzo de 2011
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Como una "doble cachetada" describió el senador John McCain la simultánea no renovación de las preferencias arancelarias del Atpdea y el congelamiento del TLC con los Estados Unidos. Tiene razón: indigna ver la manera en que los gringos tratan al que fuera su mejor aliado en la región.

La Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y de Erradicación de Drogas (Atpdea por sus siglas en inglés) tiene su origen en el ATPA que Bush padre impulsara en 1991 como componente comercial del programa de la guerra contra las drogas, renovado en agosto del 2002 por Bush hijo. La Atpdea es el reconocimiento de que el comercio lícito y el crecimiento económico de los países productores de droga son tan fundamentales para la lucha eficaz contra el narcotráfico como la extradición y la erradicación de cultivos. La Atpdea es, con la sustitución de cultivos, la zanahoria de la estrategia.

Como Perú tiene ya TLC y Bolivia está suspendida del programa por no cooperar en el combate contra las drogas, la Atpdea sólo tiene importancia para Colombia y Ecuador. En nuestra caso, cubre más de 6.600 productos, desde las flores al calzado, las confecciones, el petróleo y sus derivados. De los 17.000 millones de dólares que exportamos el año pasado a EE. UU. (el 42,5% del total), más del 70% se beneficia de las preferencias. De manera que el golpe de la suspensión es brutal, aunque se haya dado, por fortuna, después de San Valentín. Los floricultores salvaron por un pelo su gran momento exportador del año.

Por eso tuvieron que salir los ministros de Hacienda y de Comercio a ofrecer líneas de créditos blandos para financiar el 100% del valor de los aranceles que ahora deberán pagar a los exportadores. Le apuestan a que la Atpdea será renovada y tendrá aplicación retroactiva, como ocurrió en el 2002.

Ojalá tengan razón. Pero si ocurre como con el TLC, el panorama será muy oscuro. Llevamos cinco años esperando a que Obama y los demócratas dejen a un lado la política doméstica y los mezquinos intereses de los sindicalistas gringos y las oenegés de derechos humanos.

Porque si tuviéramos TLC otro gallo cantaría. El TLC, de hecho, proporcionaría la estabilidad de reglas y acceso que la Atpdea no entrega, con gran impulso para la inversión nacional y extranjera. La discusión de si necesitamos o no TLC termina cuando se constata que nuestros competidores en ese mercado, Chile, Perú, Centroamérica, México y Dominicana, sí cuentan con tratados vigentes de libre comercio. Y cuando, como ahora, queda probado que la Atpdea es un vehículo inestable, que no ofrece seguridad para exportadores o inversionistas.

Así las cosas, ¿deberá la Cancillería seguir jugando al gallito fino con los Estados Unidos? Porque habría una enorme ingenuidad si se cree que con nuevos tratados, como los de esta semana en Caracas, las relaciones comerciales con Venezuela volverán a acercarse siquiera a lo que fueron. Chávez es experto en pasarse por la faja tratados y leyes. Y los exportadores lo saben. Si no les pagan por delante, nadie exporta un peso al vecino. Como sea, EE. UU. sigue siendo el país más importante para Colombia, no sólo porque coinciden nuestros intereses en seguridad y defensa sino porque es, aun sin Atpdea, nuestro principal socio comercial y el más importante cooperante. Y a estas alturas no hay nadie que, ni de lejos, pueda reemplazarlo. ¿Habrá que esperar a que lo entiendan en San Carlos?

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