Sigue creciendo la moda de empeñarse en decir todos los sustantivos que se refieren a personas, en masculino y en femenino.
El resultado es un prolongamiento innecesario de frases que serían cortas y claras; o como aconsejó un abogado a una clienta, antes de entrar a un alegato judicial: “no aclare que eso obscurece”.
El complejo gramatical femenino está complicando el idioma y dificultando la expresión sosegada, relajada.
Aún recuerdo a un presidente de México que para saludar al Papa se atracó en que lo querían saludar los mejicanos y las mejicanas, los niños mejicanos y las niñas mejicanas, los jóvenes y las jóvenes, los ancianos y las ancianas, y el discurso no salía de ahí y el Sumo Pontífice miraba respetuoso, pero atónito.
Recibí un mail de una profesora ya mayor, sobre este tema y entresaco ejemplos suyos, con algunos míos.
Se detiene en el complejo femenino que quiere feminizar todas las expresiones y palabras. Según esta corriente, una tremenda feminista para decir que está lista, y ya va, no dice “yo ya voy”, sino “ya, ya voy”.
La profesora aclara que en castellano hay participios activos: el de atacar es atacante, el de salir saliente, el de cantar, cantante. Sea hombre o mujer.
El participio activo del verbo ser es ‘ente’, que significa el que tiene identidad, el que es; por eso al nombrar al que tiene capacidad de ejercer una acción se expresa el verbo y se añade la terminación ente, sea hombre o mujer: no se dice presidenta sino presidente, no se dice estudianta sino estudiante, y así con paciente, dirigente, residente y no pacienta, dirigenta y residenta.
Como no tienen el complejo de exigir o en vez de a, - disque porque eso es segregar, desdeñar...- los hombres no pretenden que se diga dentisto, poeto, sindicalisto, pianisto, contratisto, taxisto, artisto, periodisto, trompetisto, violinisto, electricisto, policío, ni machisto.
Tampoco se molestan -¡ni siquiera lo notan!- que los sustantivos que indican grupos humanos sean en su mayoría femeninos: la gente, la multitud, la población, la plebe, la oligarquía, la infancia, la vejez, la comunidad, la feligresía, etc. etc.
Algunos grupos de animales van en femenino: la manada, la bandada, y en cuestión de animalitos pequeños, insectos, los hay que ni siquiera tienen masculino.
Debe haber cucarachos, y hormigos, y araños, puesto que se reproducen, pero no he visto nunca un aviso de insecticida que se anuncie como exterminador de pulgos.
¿Por qué no podemos seguir usando el idioma como lo usó Cervantes? ¿O más cerca, Carrasquilla? ¿O todavía más cerca, algunos de nuestros buenos escritores actuales?
Para demostrar la confusión que trae esta obsesión por decirlo todo en femenino y en masculino, el mail que recibí termina diciendo que no es lo mismo tener “un cargo público” que ser “una carga pública”.
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