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El hermano André Bessette

  • Carmen Elena Villa Betancourt | Carmen Elena Villa Betancourt
    Carmen Elena Villa Betancourt | Carmen Elena Villa Betancourt
11 de octubre de 2010
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El próximo domingo el Papa Benedicto XVI canonizará a seis nuevos beatos en la Plaza de San Pedro. Dentro de ellos hay un hermano canadiense, André Bessette (1845 - 1937), perteneciente a la congregación de la Santa Cruz en Montreal.

Después de leer sobre su vida y hablar con el vicepostulador para su causa de canonización quedé cautivada por la santidad en medio de la sencillez de este gran hombre a cuyo funeral asistieron cerca de un millón de fieles, pese al fuerte invierno que azotaba la ciudad en ese entonces (murió el 6 de enero de 1937).

No fue el fundador de ninguna comunidad. Tampoco un gran intelectual ni un gran líder que movía masas. Durante 40 años, Bessette fue simplemente el portero del Notre Dame College in Côte-des-Neiges, Quebec y fue ahí donde, llenando los sencillos actos cotidianos de caridad y entrega, alcanzó la santidad.

Desde pequeño su vida estuvo marcada por el dolor, la pobreza y la incertidumbre, pero siempre encontró una gran fortaleza y consuelo en Dios. Al nacer, en una población llamada Mont-Saint-Grégorie, ubicada a 40 kilómetros de Montreal, tuvo tantas complicaciones de salud que sus padres decidieron bautizarlo inmediatamente. Sin embargo, murió 91 años más tarde. A los 12 años quedó huérfano de padre y madre por lo que, tanto él como sus 11 hermanos quedaron bajo el cuidado de sus tíos.

Tenía 20 años cuando viajó a Estados Unidos junto con un grupo de inmigrantes para trabajar en el sector textil. En 1867 regresó a Canadá y fue allí donde descubrió que debería consagrarse a la congregación de la Santa Cruz. Inicialmente fue rechazado por sus problemas de salud que continuaron a lo largo de su vida. Pero el obispo de Montreal pidió que reconsideraran la decisión y André fue aceptado en 1872.

Años después asumió el cargo de portero, donde estuvo por 40 años. Y en un oficio tan sencillo como abrir la puerta o responder el teléfono, la gente quedaba cautivada de aquel hombre cálido, que escuchaba y aconsejaba a quien llegara. Cada vez iban más personas a buscarlo y a encontrar consuelo en sus sencillas y sabias palabras.

El hermano Bessette daba a todos el mismo consejo: buscar la intercesión de San José, a quien tenía una especial devoción. También aconsejaba orar y acudir a los sacramentos. Hay historias impresionantes de hombres escépticos que comenzaron a creer al dejarse tocar por su testimonio de fe.

En 1904 tuvo la iniciativa de construir un santuario en honor a San José en el Monte Royal, el cual fue finalizado 20 años más tarde. Hoy, más de 2 millones y medio de peregrinos acuden anualmente a este santuario donde reposan sus restos.

La canonización de Bessette se convierte así en un signo claro de la gran sabiduría que tienen tantas personas sencillas. Un testimonio que brilla en un país que afronta una profunda crisis de fe como Canadá, que es el reflejo de una crisis universal "en una época difícil para la Iglesia canadiense, los creyentes de este país se alegran de constatar que Dios está entre ellos y que esto manifiesta signos claros de su presencia", dijo el vice postulador para su causa, padre Mario Lasciabell.

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