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El laboratorio de la guerra urbana

  • El laboratorio de la guerra urbana
16 de octubre de 2012
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En la 13, las Farc activaron un “proyecto miliciano compartimentado”. Se llamó CAP: Comandos Armados del Pueblo. Creció rápido, como la maleza en un terreno abandonado. En barrios dejados a su suerte por el Estado, en un caos de invasiones y de pobreza.

A diferencia de las Milicias Bolivarianas, integradas por combatientes adultos, de discurso obrero y dedicados a inteligencia y sabotaje urbano específico, los CAP quisieron convencer y reclutar a jóvenes de la comuna. Emplearon perversamente los códigos juveniles y organizaron paradas militares clandestinas que tentaban a niños y adolescentes. Se intentó masificar la milicia. La 13 (de 1999 a 2002) fue un amenazante fortín de la guerrilla. Con las milicias del ELN, y las mismas Bolivarianas, los CAP apostaron francotiradores en terrazas. Instalaron barricadas y cadenas y llevaron allí a “secuestrados express” .

En 2002, la insurgencia decidió sostener posiciones. Algo inédito en el curso del conflicto armado. De allí devolvieron a bala una caravana con Alcalde de Medellín a bordo. Atacaron patrullas policiales. Ubicaron puestos de control miliciano estratégicos, del barrio Olaya Herrera, junto a La Iguaná, a El Corazón, por donde empezó a pelechar la ocupación de paramilitares de los bloques Magdalena Medio y Nutibara, al mando de alias “Fabio Orión”.

Entre tanto, Policía, Ejército y Fiscalía entendieron el mensaje: o se pellizcaban o la guerrilla se metía, en sus narices, a la segunda ciudad del país. Primero fue la Operación Mariscal, improvisada y de excesos contra los civiles. Luego, con el presidente Álvaro Uribe a la cabeza, vino Orión que, contundente, sacó a la guerrilla de allí, pero no sometió a otros combos armados, funcionales entonces a paramilitares y a algunas unidades oficiales. Un descuido que, aun hoy, la comunidad de la 13 paga con bastante miedo y sangre.

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