A mis ojos les encanta ver, mirar; a mis oídos les encanta oír, escuchar; a mi nariz le encanta oler, olfatear; a mi boca le encanta hablar, conversar; a mis manos les encanta tocar, acariciar; a mis pies les encanta pisar, caminar.
Conozco pintores, músicos, cocineros, oradores, escultores y deportistas que son artistas consumados.
Viven la vida con destreza singular.
Los ojos vienen con el mandamiento de ver y mirar, los oídos con el de oír y escuchar, la nariz con el de oler y olfatear, la boca con el de hablar y conversar, las manos con el de tocar y acariciar y los pies con el de pisar y caminar.
Realizan tan a gusto el mandamiento con que vienen dotados que la afirmación de Borges les resulta del todo natural: "En este mundo la belleza es común".
Miro mis sentidos y me asusto. Me falta el principal, el corazón, que también viene dotado con el mandamiento de amar.
"El recio corazón con qué contento / piensa en mayo brotado de dolores". Al corazón le encanta amar, es su vocación.
Con todo, ¿cuánto ama para lo que puede amar? Me pregunto en silencio. Me avergüenza la respuesta que me doy.
Mandamiento viene de mandar, que es imponer, ordenar. A nadie le gusta que lo manden. Basta mandar algo para no hacerlo, así se caiga en la contradicción de 'prohibido prohibir'.
Con todo, cada cosa tiene su mandato, como el sol el mandamiento de iluminar y calentar, la expresión perfecta de su intimidad.
Un viejo poeta bíblico escribió versos de asombro.
"Tus mandamientos son admirables, por eso los guarda mi alma. Abro la boca y respiro ansiando tus mandamientos. Amar es cumplir la ley entera". Al corazón le encanta vivir de la hermosura del mandamiento del amor.
"¡Gocémonos, Amado / y vámonos a ver en tu hermosura!" El gozo y la hermosura van de la mano por todos los caminos de la vida.
Un hombre de la calle, que "no tenía dónde reclinar la cabeza", vino a traer al mundo el nuevo mandamiento del amor, no como una exigencia más, sino como la novedad de vivir en su compañía, gozo inefable de sumergirse progresivamente en Él.
Mandamiento que no es mandamiento, pero junta todos los mandamientos: la unión del cuerpo con el alma, de unos con otros, de la tierra con el cielo, del hombre con Dios. La nueva interioridad, regalo del Espíritu de Dios.
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