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EL NIÑO QUE NO ENVEJECE

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10 de abril de 2013
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Setenta años y "El principito" como si nada, como si todos los días saliera por primera vez. Por lo visto, todos los que nos hemos acercado a esas páginas hemos quedado "domesticados" por la historia del hombrecito aquel que nunca dejó su eterna bufanda de oro. Y digo domesticados, "crear lazos", porque después de leer esta obra publicada el 6 de abril de 1943 uno no puede olvidar que hay por ahí rondando en el universo un asteroide B 612 limpio de baobabs, con tres volcanes, un cordero y una flor.

Por supuesto una historia como "El principito" tiene que salir de alguien que cuando niño daba un pequeño rodeo para no aplastar a una oruga, subía a la cima de los abetos para amansar a las tórtolas y en el desierto amansó gacelas y moros mientras volaba y volaba por ahí deseando que no empezara nunca la guerra. Lastimosamente a Antoine de Saint-Exupéry le tocaron varias hasta que un día, en una de ellas, exactamente el 31 de julio de 1944, un caza alemán derribó su avión sobre Córcega. Apenas tenía 44 años pero su alma, creo, se la llevó una migración de pájaros silvestres.

Pero volvamos sobre "El principito", porque si hay algo que me encanta es cómo se burla de la estupidez de los adultos. "Sólo los niños saben lo que buscan. Pierden tiempo para una muñeca de trapo, y la muñeca se transforma en algo muy importante". No olvido, por ejemplo, la mención de esas preguntas que deberían ser las más importantes para conocer realmente a alguien. El principito dice: "Cuando les habláis (a los adultos) de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Nunca os dicen: ¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas? En cambio os preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Sólo entonces creen conocerle".

Por eso, si algún niño lee esta columna, o mejor, "El principito", busquen a sus padres y llénenlos de curiosidad, recuérdenles cómo ellos también fueron niños para que pronto vuelvan a ocuparse de lo esencial en sus vidas, se pregunten cosas espontáneas, dejen esa absurda idea de que los "grandes" ya no tienen tiempo para conocer nada. ¡Los niños saben…, decía el hombrecito que jamás renunció a una pregunta, por eso tienen que tener paciencia para poder educar bien a los adultos.

Esta semana miren hacia el cielo y pregúntense: "¿El cordero, sí o no, se ha comido a la flor? Ya verán cómo todo cambia. Si pueden pintar lo que ven, maravilloso, no pidan ni den explicaciones, una línea también puede ser una lombriz con un telescopio. "Sólo se ve con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos", ¿cómo no recordar esta frase? ¡"El principito" cumplió 70 años… ¿Qué estará haciendo en este instante el niño que no envejece? Abriré de nuevo el libro para averiguarlo.

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