Trigésimo tercer domingo ordinario
" Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá grandes terremotos y grandes signos en el cielo. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas ". San Lucas, cap.21.
San Mateo, san Marcos y san Lucas, antes de contarnos la pasión del Señor, nos hablan de futuras y grandes tribulaciones: "El sol se oscurecerá; se alzará pueblo contra pueblo; habrá en diversos lugares hambre y terremotos".
No es fácil la interpretación de este pasaje. Algunos lo refieren a la toma de Jerusalén por Tito. Otros prefieren relacionarlo con la destrucción del mundo, que según algunos precederá al reino definitivo de Dios.
Pero Cristo vino a explicarnos que su Reino no llegará después de una catástrofe. Es más bien el fruto de una transformación larga y laboriosa.
Aunque al mirar objetivamente la historia de todos los tiempos, encontramos siempre las guerras, las catástrofes y los crímenes.
Definitivamente el mundo está manchado por el mal. Sin embargo, la actitud de un cristiano ante los problemas que nos rodean, no puede ser de indiferencia. Nuestra fe nos compromete con el mejoramiento del mundo. Nos motiva a orar, a apoyar iniciativas. A detectar las raíces del mal, dejando de lamentar sus efectos. Cada uno de nosotros puede reunir las fuerzas dispersas, puede anunciar, puede denunciar.
Además, enseguida de tan duras profecías, los evangelistas ponen una palabra de esperanza: El Señor está cerca.
Está cerca, porque tantos dolores nos preparan para un cambio decisivo y profundo. Ojalá sea el de nuestro propio corazón.
Nos preparan para que entendamos la vida de otro modo, les demos a las cosas su valor relativo, comprendamos la dignidad de nuestro hermano, volvamos a Dios, a sus preceptos, a la confianza en sus promesas.
También está cerca, porque en medio de tanta oscuridad nunca nos abandona. La frase de san Lucas viene a fortalecernos. "Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá".
Entonces recordamos otra frase del Maestro: "¿No se venden dos pajarillos por una moneda? Y sin embargo ninguno caerá por tierra sin el permiso de vuestro Padre".
Y volvemos a descubrir la acción continuada de Dios. A pesar de los odios, de las venganzas, de todo el mal que nos inunda, mezcla sobre el surco cada día humedad y calor para que reviente la semilla.
Combina con sabiduría los cromosomas para regalarle a un niño unos ojos color de aceituna. Fecunda cuidadosamente las rosas y coloca una espora sobre la brisa para que el musgo comience a abrigar las rocas.
"Había en tierra de Hus un varón llamado Job, hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal...". Así cuenta la Biblia. Y el último capítulo del libro nos dice: "Yahvé restableció a Job en su estado y acrecentó hasta el doble todo cuanto antes poseyera...".
Porque este hombre, a pesar de haber conocido el dolor hasta el extremo, nunca dejó extinguir en su pecho la esperanza.
(Publicado el 16 de noviembre de 1980)
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