El lector Rafael Ignacio Suárez me escribió hace unos días. Dice: "¿En qué mundo vivimos si los periódicos violan las más elementales normas y leyes para obtener información? Este es el caso de la prensa inglesa del señor Murdoch que lo llevó a cerrar su medio de comunicación y a presentarse ante las autoridades de su país. Deseo conocer su opinión como periodista y defensor del lector...".
Y esta semana, el lector Juan José Álvarez también se refirió al tema: "...¿no cree usted que las chuzadas telefónicas se han generalizado hoy y otros periódicos distintos al News of The Word también lo han hecho y lo siguen haciendo...?".
Casi un mes después del escandaloso cierre de News of The Word , de propiedad del poderoso empresario de medios de comunicación Rupert Murdoch, es oportuno reflexionar sobre el asunto propuesto por dos lectores de EL COLOMBIANO.
Vale la pena recordar que este periódico sensacionalista, de 168 años, con tiraje aproximado a los tres millones de copias, dejó de circular por voluntad de su dueño el pasado 10 de julio, quizá por una decisión económica más que por un acto de arrepentimiento, tal como escribió el periodista Daniel Gavela en El País : "Ignoramos si en el camino a Londres sufrió un arrebato de ética cívica, pero lo que sí sabemos es que decidió cerrar News of the World al tiempo que la publicidad comenzaba a huir de sus tabloides con riesgo de propagarse a otros medios del grupo...".
Creo que este juicio explica la caída del brazo del coloso periodístico que levantó Rupert Murdoch, cimentado en las prácticas tramposas, ilegales, sin ética de esa clase de periodismo con pies de barro.
Desde tiempo atrás la prensa seria, como The Guardian , había denunciado lo que estaba pasando en la prensa sensacionalista. Pero sus denuncias fueron desestimadas por la perversa alianza de policías y políticos que encubrían los desvíos y abusos cometidos por News of the Word en nombre de la libertad de expresión y el derecho a la información.
Las chuzadas ilegales se convirtieron en método usual estimulado por sus editores. Se estima que esta práctica truculenta afectó a más de 3.000 personalidades de la realeza, la política y la farándula.
The Guardian insistió y el 5 de julio pasado denunció que el periódico de Rupert Murdoch interceptó el celular de Milly Dowler, niña de 13 años que había desaparecido en 2002 y encontrada muerta seis meses más tarde. Lo interceptó y borró mensajes de texto viejos para que al buzón entraran nuevos, con el ánimo de hacer creer que la menor vivía.
Este delito destapó el juego criminal que empleó como estrategia de mercadeo para vender más ejemplares. Hoy se sabe que también fue investigado por pinchazos a teléfonos a las víctimas del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, entre muchos casos.
Así, considero que es difícil creer en el arrepentimiento de Rupert Murdoch: "...nos hemos extraviado. Se han espiado teléfonos, algo que nuestro periódico siente sinceramente. No hay justificación para este delito atroz. No hay justificación del daño causado a las víctimas, ni para la profunda mancha que ha dejado en nuestra gran historia...".
Una lección que debemos aprender es esta: "no todo se vale en nuestra obligación de llevar la verdad a nuestras audiencias y que en este negocio lo más importante son los valores y el compromiso con nuestros lectores...", expresada por EL COLOMBIANO en su editorial del 19 de julio.
El tema no se agota en esta columna, continuará.
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