- La artista colombiana Doris Salcedo reflexiona sobre la sociedad actual en una obra muy contemporánea.
Ya la Tate Modern es imponente por fuera. Parece una catedral con arquitectura de fábrica colosal, y si. Era la planta eléctrica de Londres, una mole de concreto y ladrillo cuya torre es evidente en medio de un espacio urbano poblado de edificaciones sobresalientes, separadas por el Támesis. Allí, en la que fue la sala de turbinas, en un espacio de 167 metros de largo y limitado apenas por el techo majestuoso de hierro, se encuentra la polémica instalación de Doris Salcedo, una colombiana ungida por la fama.
La instalación de Doris Salcedo ocupa el primer piso -una especie de semi sótano- de la Tate Modern y va desde la entrada lateral hasta el fondo de la llamada Turbine Hall, un espacio sobrecogedor y hermoso que cada año se dedica a la Unilever Series, una convocatoria en la que se escoge en cada oportunidad un artista reconocido en el mundo, capaz de levantar polvareda, y se le entrega ese espacio para que haga lo que le de la gana. Algo fuera de serie.
Se trata de una grieta en el piso que empieza en la entrada a manera de una casi invisible hendidura en el cemento, y que se va abriendo y tomando fuerza a medida que avanza, quebrándose y volviéndose más profunda, sinuosa, ramificándose, hasta que llega al otro lado sin cerrarse, al final de la Turbine Hall, luego de causar en los espectadores una sensación de curiosidad perpleja.
La instalación, que no es una escultura como algunos comentaristas han dicho aquí en Londres, se llama Shibboleth, palabra de origen hebreo que se refiere a la separación forzada, a la discriminación, al desprecio y al olvido, y que Salcedo ha relacionado con la actitud histórica de los países dominantes, ricos y poderosos, con los pueblos pobres y casi condenados al sometimiento.
Algunos medios en los días iniciales, se ocuparon más en saber cómo había sido construida la obra, si rajando el piso de la Turbine Hall o ensamblando una especie de piso falso, también de concreto. La artista dijo entonces que no explicaría nada sobre el método o la técnica empleados, pues le interesaba más lo que suscitaba Shibboleth. Por supuesto, la intención de Salcedo era evidente: la fisura se vuelve grieta, pero no es solo un proceso natural del material; el visitante se da cuenta de que la fractura fue intervenida, moldeada, así como la segregación no pudo ser un capricho de la historia.
Reacciones del público
La fuerza que tiene la instalación de Doris Salcedo en la Galería Tate Modern es impresionante. Y lo es por dos razones que se complementan: por la magnitud de la hendidura en el piso de concreto, que recorre toda la sala y la parte en dos, la muestra quebrada, rajada, como si, y así se dijo aquí, un terremoto hubiera partido en dos la base del enorme e imponente edificio. Y lo es, además, por la presencia continua del público y por su actitud de curiosidad. La gente mira, detalla, posa, toma fotos desde todos los ángulos posibles, anota, dibuja, recorre y comenta esta Shibboleth, que de manera atrevida provoca interrogantes y obliga a pensar.
No en vano Doris Salcedo es la primera (y el primer) artista latinoamericana que llega a la Turbine Hall y logra con su propuesta que los visitantes nos estremezcamos de pies a cabeza y nos preguntemos por lo que esta grieta fenomenal nos propone. Ahora, el sentido que le ha dado la artista bogotana tiene que ver con la separación violenta, agresiva y casi insalvable entre los mundos: los ricos del norte y los pobretones del sur, entre los poderosos y los débiles, entre los colonizadores y las colonias que heredaron sus miserias. Eso, dicho aquí, en uno de los templos de esta ciudad, puede ser como una sutil bofetada.
Fracturas ideológicas
"Ella (Salcedo) siempre ha echado mano de la dura historia de su país y las políticas globales que la preceden. Shibboleth comienza con una fractura en el piso de concreto tan delgada como un cabello, de algo tan insignificante como una rajadura en un pocillo a algo tan impactante como las escenas de una película de desastres. La grieta se ensancha y profundiza rápidamente en una fractura zigzagueante que se abre camino por toda la extensión de la Turbine Hall, como un relámpago.
Una vez cantó Leonard Cohen "hay una falla en todo, por ahí es por donde entra la luz". Se espera que pensemos no en fracturas en el piso sino en la inequidad y desigualdad. Shibboleth corre el riesgo de parecer un cliché banal: la inmaculada superficie de la galería del arte liberal es rasgada por las fracturas ideológicas que abren bajo ella", dijo Adrian Searle, crítico de The Guardian.