Tener ganado es sinónimo de contaminación ambiental y, a veces, de escasa amistad con el planeta.
El ganado contribuye al cambio climático con la emisión del metano. Eso, sin contar los problemas ambientales que se generan por la compactación del piso, inconveniente serio cuando la actividad es en suelos no aptos para ganadería, y por la destrucción de bosques para ampliar la frontera pecuaria, así como por la contaminación de las aguas.
Un informe del Ideam sobre el estado de la contaminación, indica que la fermentación entérica es responsable del 19 por ciento de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero y la conversión de suelos y praderas respondía por el 10 por ciento.
En muchos países se cobra esa contaminación. Los ganaderos deben pagar una tasa.
El ganado, de paso, sufre las consecuencias del cambio climático.
Para hacer más amigable la relación, se desarrollará el proyecto Ganadería colombiana sostenible, según artículo de Enrique Murgueitio en Carta Fedegan.
El cambio de la tierra a usos silvopastoriles y de bosque es una opción para mitigar la contaminación y a eso apunta el proyecto, una práctica que a 75 pequeños y medianos ganaderos les representó ingresos por 410 millones de pesos como compensación. Vale la pena
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