El nombre de hípster proviene del término "hip", que designaba a los que "estaban en el tema" y, originalmente, eran jóvenes blancos aficionados al jazz.
Andréi Lugovói, cantante del grupo rockabilly "Beat Devils Band", e historiador de la música del siglo XX, recuerda que "los verdaderos hípsters eran aquellos que vivieron en Estados Unidos, entre los años cuarenta y cincuenta, aficionados al jazz, "pioneros" en extravagancia, que adoptaron el estilo de vida de los músicos de aquella época: jerga, ropa provocativa, consumo de drogas, actitud relajada y sarcástica".
"Los hípsters de hoy son unos inútiles, son anticulturales. Copian todo lo que les salta a la vista, con tal de sea del extranjero, igual que aquellos que cocían sus vaqueros a finales de los ochenta, poco antes de que cayera el telón de acero de la URSS", añade taxativamente el especialista.
Ateos y cosmopolitas
Y es que siguen siendo muchos los que en la Rusia actual siguen viendo con hostilidad a los hípsters y su polémica subcultura.
Lugovói agrega que "los imitadores de hoy no tienen nada que ver con los originales hípsters. Estos se hacen pasar por bien educados y se meten en todos los temas, sin ser especialistas en ninguno. De hecho, son analfabetos, una capa social que está debajo de los intelectuales y encima de la escoria".
De este modo, Lugovói comparte la postura de los "viejos hipsters" de los años 50 que, en el libro de Paul Douglas Lopes "Rise of a Jazz Art World", llaman con desdén "hippies" a la nueva generación que intenta copiar a sus "antecesores" en el modus vivendi sin molestarse por estudiar los raíces del fenómeno.
El hípster de hoy aparentemente ha evolucionado. En cuanto a gustos musicales prefiere un abanico de estilos: desde la música indie hasta los motivos étnicos y, cuanto menos famosa sea la banda, más respeto se gana entre los suyos.
Por su extravagante manera de vestir, todo un derroche de amabilidad y de buenas maneras, algunos lo interpretan como una demostración de debilidad o farsa. Un gran número de personas les asocian con los gays, marginados en Rusia a todos los niveles.
Entre los propios hípsters, igual que en cualquier otra tribu urbana, existen homosexuales, pero incluso los que no lo son no tienen prejuicios contra los gays, una actitud desafiante en una sociedad donde la mayoría aplastante afirma sentir antipatía hacia las minorías sexuales.
Además, el hípster no mira la televisión saturada de alabanzas al Gobierno, no escucha los temas musicales del género carcelario de los años noventa, es ateo y cosmopolita, en resumen, no comparte los valores de la mayoría.
"Precisamente es esa actitud negativa en la sociedad la causa principal por la que a los hípsters no les gusta que les llamen así", opina Lugovói.
"Además, el verdadero hípster, que se declara independiente y pretende quitarse etiquetas, no puede pertenecer a un grupo social ni definirse como parte de éste, de lo contrario es parte de una masa", agrega el especialista musical.
Estética y subgrupos
Lo fundamental para un hípster es su "look" que, por lo regular, es una combinación de la ropa reciclada vintage, camisas de leñador, zapatillas Converse o zapatos tipo Oxford y algún detalle deslumbrante como una bufanda o sombrero de colores intensos.
Irónicamente, la actitud pasota termina donde empieza la obsesión por nuevas tecnologías y por las últimas tendencias en moda.
Precisamente, gracias a esa obsesión se ha generado en los últimos años toda una industria que atiende a las necesidades de los hípsters.
Conforme a los estudios del centro Profi Online Research (POR), los hípsters rusos gastan anualmente 100.000 millones de rublos (3.125 millones de dólares) para comprar ropa y dispositivos electrónicos.
Según analistas entrevistados por el diario ruso Kommersant, esa cifra también incluye a los seguidores de los hípsters, no sólo el "núcleo", sino aquellos que emulan a la tribu urbana, razón por la que expertos en sociología afirman que el concepto que define a los propios hípsters va perdiéndose.
Numerosas cafeterías y tiendas de ropa y accesorios se benefician mayormente de esta subcultura. Así es el caso de la Republika, una red que vende productos de diseño "conceptuales" y tiene 14 filiales en Moscú: su volumen de ventas ascendió a 22 millones de dólares en 2012.
Los hípsters rusos destacan, según analistas del POR, por su disposición a pagar precios desorbitados (sólo un 29 por ciento de los encuestados se niega a comprar lo que les parece caro). Para muchos de ellos se trata de un verdadero sacrificio dado que no son muy ricos y gastan lo último que les queda sólo para causar impresión.
El Kommersant divide a los hípsters rusos en tres tipos: TIN, HIP y VIP. Los del TIN son estudiantes de los primeros cursos de universidad que andan en transporte público, escuchan a David Bowie, The Smiths y pueden permitirse viajes por Rusia, Finlandia y países bálticos.
Los HIP son estudiantes avanzados, utilizan bicicletas para moverse por la ciudad, van a los conciertos de NRKTK, viajan a Francia, Italia y países escandinavos.
Mientras, los VIP son propietarios de cafeterías y periódicos temáticos que "han vendido sus Mini Coopers" para comprarse una bicicleta retro, escuchan Guns N' Roses y Depeche Mode y prefieren asistir a grandes acontecimientos culturales, como el festival de cine de Cannes.