El poder de los monopolios es un detonador implacable de las protestas sociales.
Le pasa, por ejemplo, al hombre más rico del planeta, el mexicano Carlos Slim. Pese a que apoyó al presidente de su país, Enrique Peña Nieto, el mandatario ha tomado decisiones políticas que en nada han favorecido los intereses económicos del magnate.
Fue una conducta política que la prestigiosa revista The Economist resaltó en su artículo No más vacas sagradas.
Así lo contó la revista Dinero, que aprovechó también para relacionar ese hecho con el "Apagón Claro", realizado en Bogotá el 30 de abril.
Como esa protesta, se han dado otras en varios países. Y es que hemos llegado a un servicio tal, que el mismo presidente Santos se quejó por las constantes fallas.
Monopolios similares están generando un creciente malestar en la ciudadanía colombiana. Por ejemplo, el sector financiero, donde hay una concentración de riqueza acelerada y abusiva.
Nadie hace nada por impedirlo. La Superintendencia Financiera es un ente débil y complaciente. Se hace la de la "vista gorda" al permitir el abuso de los bancos: comisiones excesivas y una sobreoferta de tarjetas de crédito. Se las quieren meter a los clientes por "boca y nariz".
Los tres grupos bancarios más grandes del país acumulan más del 70 por ciento de los depósitos y créditos del mercado. Muchos usuarios de clase media están atrapados por esa voracidad del sector financiero y el gobierno los dejó huérfanos.
Mientras crece la indignación, en las revistas del jet set aparecen fotos del mayor banquero del país, sonriente.
En las imágenes también está con frecuencia el ministro Mauricio Cárdenas que, como los anteriores, anuncia medidas. Pero éstas no llegan, mucho menos ahora, pues al gobierno no le conviene enemistar con los grupos económicos en vísperas de una costosa campaña reeleccionista.
El caso de los fondos privados de pensiones es peor. Controlan más del 80 por ciento de los ahorros pensionales, que están concentrados en dos grupos financieros; más del 50 por ciento está en manos de Luis Carlos Sarmiento. Sarmiento, como Slim, responde a la tendencia monopolista, aunque contra él no se dé una marcada protesta ciudadana todavía. Pero el malestar crecerá.
Ha incursionado en producción, bancos, infraestructura, gas, tierras, pensiones. Posee el diario El Tiempo, canales de televisión -va por el tercero- y de ñapa tiene una cadena de hoteles.
El pasado 23 de mayo, el parlamentario del Valle del Cauca, Wilson Neber Arias, le envió una carta donde interpeló a Sarmiento sobre qué tan cierto es que sus empresas se han apoderado de baldíos de la nación.
Según dice Arias, se trata de 13 mil hectáreas adquiridas mediante procesos de reforma agraria en el Meta, para su organización Pajonales S.A.
De otra parte, este grupo recibe millonarias sumas no reembolsables de los negocios agroindustriales. Y todavía algo más grave: ¿cómo tiene el derecho a postularse para acceder a los créditos subsidiados por el Estado: 35 mil millones de pesos?
El empresario debería responder a estos cuestionamientos, que ninguno de los prestantes columnistas capitalinos se atreve abordar.
Pese a esta columna, de un medio de provincia tan importante como El Colombiano, éstas preguntas no tienen respuesta. Tampoco la tienen los cuestionamientos por la concentración monopolista del sector financiero. Crecerá la indignación como una bola de nieve y se desatará una reacción popular de incontables consecuencias.
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