En casa crecimos oyendo la música clásica que salía de la máquina Singer accionada por mi madre, Coco Chanel de Aranjuez.
En ella daba certeras puntadas con dedal para mantener repleto el escaparate de sus polluelos. Hacía la ropa con ventajita para que les sirviera a los que venían empujando.
El invento (1846) del gringo-circunciso Isaac Singer, terminó remplazando en la sala el cuadro del Corazón de Jesús que siempre impuso su ley.
No hemos llegado al virtuosismo de colgar la Singer de la pared pero ahí está, con múltiples remiendos. Solo la Duquesa de Alba la supera en cirugías plásticas.
Gracias al bisturí del carpintero, la maquinita manual fue acumulando mejoras hasta quedar empotrada en un "inmortal" mueble de madera.
Esta evocación de la Singer está ligada a los 90 años que le celebramos a Doña Geno, el churro montebellense que le colaba el aire a Luis María, su entera naranja.
"Estando los dos estaban todos", podríamos decir de la pareja que nos tiene coleccionando atardeceres.
La nonagenaria llegó al sitio del encuentro en carro adornado con flores, como si fuera una novia eterna. Presidió la reunión un óleo de la cinco veces bisabuela pintado por Gloria, su nuera.
El cuadro muestra a la inminente tatarabuela rodeada de seis diminutas máquinas Singer, una por hijo.
Cualquier día de su espléndido ocaso comentó que toda su herencia era su máquina de coser. Y se preguntaba cómo nos la íbamos a repartir entre tantos. En este coqueto detalle se inspiró su nuera para pintar la obra.
La herencia ya nos la repartimos: Sin agarrarnos de las mechas, el asunto se liquidó salomónicamente: la Singer, con su aire de desdeñosa Monalisa, se queda al lado de su dueña. Así será de todos.
Aprovechamos la celebración para escribir un libro a muchas manos sobre nuestra familia. La idea es rescatar y prolongar el legado de honradez, laboriosidad y sencillez que recibimos.
Los 90 no vinieron solos. Llegaron con nuevo bisnieto, el quinto: Colibrí. Con apenitas dos meses de vida, siguió la fiesta desde la barriguita-hotel de cinco estrellas de mamá Andrea, esposa de Joshua, paisano y correligionario de Singer. El azar suele dar puntadas con dedal.
El yanqui Joshua nos dio la noticia del embarazo por Skype, de una forma algo insólita: "Ahí les envío a la hija con algunos gramos más de peso". Con lo de los gramos aludía a Colibrí.
Lo bautizamos así porque su llegada a la pasarela vida coincide con otro bebé colibrí que empolla una pareja alada en un pino próximo a nuestra casa. Colibrí Goodman, del tamaño de un frijolito, palpita a razón de 150 pulsaciones por minuto.
Vendrá a hacerles compañía y leal competencia a sus taquilleros primos, los repetidos australianos Mateo y Patrick George. Casi agarro a picos este 2011 que se va.
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