La OEA ha demostrado en las grandes crisis en el Continente su ineficacia y el peligroso sesgo político que se quiere imponer desde Washington.
No sólo Venezuela, sino buena parte de América Latina, quieren acabar con el modelo imperialista de Estados Unidos, porque los tiempos han cambiado. Ya no somos el "patio trasero de los gringos".
Ahora, si es cierto que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es la esencia de la OEA, con mayor razón hay que acabar con ella. Porque esa Comisión sólo atiende derechos de naturaleza política, y no puede estar por encima de las Constituciones de los países miembros de la OEA, que abarcan derechos sociales, económicos, ambientales, y de otras comunidades, como las indígenas.
Con el cuento de los derechos humanos y la libertad de expresión es que se quiere montar una verdadera dictadura contra América Latina desde Estados Unidos. No podemos aceptar que la soberanía de nuestros países se imponga desde el extranjero y que sean los americanos los que determinen qué cosas son aceptables o no, según sus intereses.
La CIDH no ha defendido los derechos humanos de los latinoamericanos, pues ha sido EE. UU. el principal violador de los mismos.
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