La definición de cultura es tan amplia como la cantidad de personas que tienen que ver con ella: todos los que hacen parte de la sociedad. La cultura se hace en las comunidades y, para ellas. Es una tarea grande y costosa, que implica, entonces, un trabajo en conjunto.
Las alianzas son ahora la posibilidad que tienen las instituciones culturales para sobrevivir. "Yo diría que es casi imposible hacerlo sin ellas", dice Alfonso Arias, gerente de la Orquesta Filarmónica de Medellín.
Alianzas que son, la mayoría de veces, en términos económicos, pero que los sobrepasan. "Ellas permiten compartir capacidades —comenta María Mercedes Gonzále z, directora del Museo de Arte Moderno de Medellín—, aprender de los otros, conocer, no duplicar esfuerzos, duplicar los recursos, apoyar, respaldar y asesorar otros proyectos y organizaciones. Las alianzas tienen un carácter transformador muy vasto".
Un ejemplo son los convenios con las universidades, donde el intercambio es de conocimiento. El Parque Explora y la Universidad de Antioquia lo hacen. "El modelo de la universidad tiene más oportunidades de llegar a públicos más amplios. La de Antioquia tiene 40 mil personas en su comunidad directa, pero cuando te unes a una organización como el Parque al que asisten todos los públicos, la oportunidad de llegar a la comunidad es mayor", señala Azucena Restrepo, directora de Explora.
Pasa también en la Filarmónica, para hacer intercambios de estudiantes entre instituciones, invitar profesores internacionales. Igual como sucede en Comfama, con una iniciativa con Gran Bretaña para apoyar emprendimientos culturales.
La esencia de las alianzas es el bien común y la responsabilidad social, precisa Marta Elena Bravo, filósofa y gestora cultural. El trabajo conjunto logra darle a la cultura un poder mayor, que se convierte en una fuerza social que se construye día a día.
La suma de esfuerzos hace posibles sueños difíciles de cumplir. Para la ampliación del Mamm se necesitan 24 mil millones de pesos que para la institución, conseguirlas por sí misma, sería muy difícil. La posibilidad de lograr ese proyecto, que está en construcción, se da porque la Alcaldía pone la mitad de los recursos y un conjunto de aliados privados, entre ellos Comfama, la otra mitad.
La alianza más común es la que se da entre las instituciones culturales y el gobierno local, departamental o nacional. Tiene que ver, explica Adiela Trejos, directora de comunicaciones de Confiar, con el hecho de que el estado debe garantizar unos derechos de carácter cultural.
Es un deber del Estado, sin embargo, esta responsabilidad no puede ser en solitario, sino, como enfatiza Lucía González, directora del Museo de la Memoria, incluir a la empresa privada, que tendría que estar muy interesada en contar con una ciudadanía mejor formada, más capaz de convivir, "de tener no solo referentes espirituales sino también sensibles. Algunas lo han entendido, pero todavía falta mucho".
En Medellín, coinciden algunos expertos, se ha avanzado en el tema, tanto que es referente nacional, incluso internacional. La Universidad de Harvard, por citar un caso, documentó como una experiencia para sus estudiantes las 400 alianzas de Comfama, en temas diversos, que van más allá de lo cultural.
"El esfuerzo que ha hecho Medellín —ejemplifica Lucía— es tan valioso que hoy podemos decir que tenemos unas organizaciones, unas clases sociales medias y medias bajas con un enorme acceso a la formación cultural y al disfrute. Hay muchos eventos gratuitos en la ciudad. Si la empresa privada tuviera conciencia de lo que esto significa en mejorar la vida, haría una inversión mayor. La cultura ha logrado la democracia que no ha sido capaz de hacer ni la economía, ni la política".
La idea la comparten otros. El trabajo debe ser más amplio, especialmente en el apoyo a las pequeñas y medianas instituciones, en pequeños y medianos eventos, en el aporte que hacen las pequeñas y medianas empresas. "Se mira mucho —opina Juan Pablo Ricaurte, director ejecutivo de Asencultura— los grandes eventos, y aunque hemos mejorado, se necesitan postulados que incluyan a otros".
El maestro Alejandro Posada lo llama madurar el concepto del modelo público-privado, para hacer alianzas socioestratégicas estables a largo plazo.
La mayoría de los convenios se hacen por dos años, tal y como acaba de ocurrir con los Premios García Márquez de Periodismo, entre la Alcaldía y la Fnpi, que tienen a la ciudad como sede este año y repetirá en 2014. La continuación dependerá de si la próxima administración renueva el convenio.
Ahora bien, la balanza debe de equilibrarse. El trabajo debe empezar por las mismas instituciones, que deben proponer proyectos. "No se trata —afirma Arias— de recibir, recibir y recibir, no. Es muy importante que las instituciones ofrezcan y hagan aportes útiles".
También incluye al público. Pagar una boleta, asistir a una función o ir a un museo. Ser parte del proceso, que tampoco existe sin él.
La cultura es, entre tantas opiniones, un trabajo colectivo de todos y para todos. No se concibe de otra manera.
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