En este tiempo de desdichas y agobios que todos sufrimos en carne propia, he descubierto que la paciencia y el tiempo injertan más placidez que cualquier otro medio de persuasión. Hay tantas oscuridades en el camino que nos asaltan de manera desprevenida, que precisamos cuando menos tomar aliento, hacer una honda reflexión sin importarnos el tiempo, para tener la fuerza suficiente de no desanimarnos. Aquella idea del inolvidable filósofo griego Platón, de que tres facultades hay en el hombre: la razón que esclarece y domina, el coraje o ánimo que actúa y los sentidos que obedecen, debería formar parte de nuestra vidas.
Sin duda, el mundo sería otro porque los conflictos tendrían otra resolución menos violenta, más acorde con las atmósferas armónicas. Ahí está el referente de Gandhi, su admirable aguante de oponerse a la opresión, a la injusticia humana y al odio de manera pacífica.
Es cuestión de donarnos menos veneno y más bálsamo de humanidad, de saber esperar con la ternura del silencio, de no abandonarnos a la miseria y de saber perdonar.
Cuando se pierde la confianza en el ser humano todo se desmorona y el futuro se hace insostenible. En lugar de que la violencia se contagie, injertemos un sosegado diálogo por todas las sendas vivientes, hagámoslo de manera paciente y pacífica. Sería un buen propósito celebrar de este modo, el aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi, líder del movimiento de la Independencia de la India y pionero de la filosofía de la No violencia.
Todo el planeta necesita que la conmemoración del Día Internacional de la No violencia (2 de octubre), sea algo más que un gesto de celebraciones.
Las nuevas generaciones han de ser personas de acción calmada, pero firmes en la convicción de desterrar las armas, sabiendo de que la paz comienza por uno mismo al levantarse cada día con una simple sonrisa. Si habita la violencia en nuestros corazones difícilmente podemos cultivar alianza alguna por muchas reformas que activemos en nuestras instituciones nacionales o internacionales. La primera metamorfosis, pues, pasa por nuestras propias habitaciones interiores, que hemos de ser mujeres y hombres de paz.
Un gran teólogo alemán, Romano Guardini, decía que Dios responde a nuestra debilidad con su paciencia y este es el motivo de nuestra confianza, de nuestra esperanza (cf. Glaubenserkenntnis, Würzburg 1949, 28). Es como un diálogo entre nuestra debilidad y la paciencia de Dios; es un diálogo que si lo hacemos, nos da consuelo.
Indudablemente, esta paciencia que activo no es dulce ni fácil de sobrellevar, tiene sus amarguras, aunque después sus frutos sean dulces, con razón se dice que con ella, todo se alcanza. Nos conmueve la actitud de los sembradores de certezas, que jamás han tenido palabras de desprecio para ningún ser humano ni de condena, solamente palabras de concordia, de amor y de compasión. Ojalá esta virtud se extendiese por todo el mundo, serían menos fríos los diálogos y las convivencias más fraternas.
Es hermoso, esto de la clemencia, de mirar el campo de nuestra propia existencia, y de ver la manera de que nunca es tarde para rectificar.
Por desgracia, el mundo está crecido de actitudes desesperadas y, lo que es peor, sin intención de corregir esta espiral de hechos violentos que nos circundan. Las simientes de odio sembradas acarrean luchas crueles hasta en las propias familias. Las respuestas a los conflictos (de género-familia, de países o del propio orbe), para que se produzca realmente el cambio social, ciertamente dependen del consentimiento de la población, pero también del valor que le demos al ser humano como tal.
Por consiguiente, la paz no puede imponerse en ningún hábitat, la paz llega por la vía del intelecto al servicio del propio ser humano. Es menester trabajar por la justicia, defender la existencia humana y abrazar la verdad de una vez por todas.
Nos pueden tantas mentiras, que todo se confunde, pero será el tiempo, y solo el tiempo, el que hará verdadera justicia. Mientras sea más fácil empuñar un arma que olvidar un rencor, encontrar errores que una forma de perdonar, no habrá armonía y todo será un litigio absurdo.
El legado de Gandhi ahí está, dando sus obras en favor de tantos movimientos por la No violencia, generando conciencia social.
Los sueños también son posibles. El tiempo los hará realidad. No hay auténtico genio sin paciencia. Junto a ella seremos capaces de dar luz en las sombras, justicia y dignidad a todo ser vivo, y así, -como dijo Neruda-, la poesía no habrá cantado en vano.
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