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La tragedia griega de la eurozona

La posibilidad de un contagio de la crisis financiera de Grecia hacia otros países de la llamada zona euro, entre ellos Italia y España, ha hecho tambalear de nuevo la estabilidad económica de la Unión Europea. Pero esta vez no está claro si la defensa del euro, tal como ocurrió con los rescates de Irlanda y Portugal, será suficiente para evitar la debacle de toda la comunidad, hoy más dividida por intereses políticos.

13 de julio de 2011
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La difícil y apremiante situación financiera de Grecia ha sido la parte débil por donde se ha reventado el hilo de la estabilidad económica de toda la Unión Europea (UE) y ya no quedan muchas opciones para esconder las fisuras que supone haber creado una comunidad pensando más en una moneda única que en las profundas diferencias políticas y sociales de quienes la integran.

El rescate financiero de Grecia no es un asunto de altruismo comunitario ni, mucho menos, de caridad. La única y poderosa razón para que los países de la zona, 16 en total, estén ahora buscando un salvavidas temporal para la deuda griega es que está en riesgo la estabilidad del euro, el corazón mismo de la economía de Europa. Pasó igual con Irlanda y Portugal, los otros vagones que se sumaron al tren del rescate financiero, aún incompleto y marchando a peligrosas velocidades hacia destinos más poderosos y sensibles: Italia y España.

El inminente riesgo de un colapso en cadena de todo el sistema monetario europeo, desconocido en muchos casos por intereses políticos y con fines electorales, ha llegado a un momento de no retorno y las salidas no son muchas: o dejar quebrar a Grecia, con todas las implicaciones que eso tiene para el resto de países que tienen parte de sus bonos de deuda soberana, entre ellos España, o seguir inyectándole recursos a un sistema financiero que ya demostró que no es capaz de salir a flote por sí solo y, en consecuencia, aplazar la destorcida, con el riesgo de arrastrar a otros miembros hacia el abismo.

El caso de Italia, uno de los grandes de la zona euro que comenzó a sentir la virosis financiera, es muestra de la profunda inestabilidad económica en la que está la Unión Europea.

El panorama es mucho más grave, si se tiene en cuenta que la recuperación económica mundial es hoy todavía un tema pendiente, y Estados Unidos no logra superar las incertidumbres y los obstáculos que dejó la crisis de 2008 y, por el contrario, las posibilidades de una nueva recesión están latentes.

La volatilidad en los mercados mundiales amainó ayer con nuevos reportes sobre los ajustes fiscales y la reestructuración de la deuda italiana, y la expectativa por la próxima reunión con todos los ministros de Economía de la eurozona, que en definitiva tendrán que adoptar nuevas decisiones sobre Grecia.

Decisiones que, sin duda, deberán tener en cuenta la dura posición de Alemania, la principal economía de la zona, sobre la necesidad de que los inversores privados, esto es, los bancos, asuman parte del costo del rescate financiero rebajando los intereses sobre las deudas de los países comprometidos en la debacle, como requisito para expedir un nuevo cheque, cuyos fondos tienen un alto componente político y electoral.

Y en ese último aspecto es que gravita el problema. La Unión Europea soñó con tener una moneda única, el euro, pero no pensó en cómo sincronizar los apetitos políticos de sus miembros y el hilo siempre termina rompiéndose por la parte más débil.

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