¿Por qué una canción, que casi siempre dura tan poco y pasa de moda en unos meses, se escucha medio siglo después? Me hago esta pregunta mientras oigo sonar de día y de noche en las emisoras de radio la canción que Guillermo Buitrago grabó hace más de sesenta años. ¿Por qué su voz, con ese dejo inconfundible de tristeza, y sus guitarras llenas de alegría se han convertido para millones de colombianos en el símbolo de las fiestas de Navidad?
Pienso que la respuesta tal vez está en la historia de este músico mestizo nacido en Ciénaga, Magdalena, en 1920, en la familia formada por Roberto Buitrago, un agente viajero de Marinilla, y la hermosa cienaguera Teresa Mercedes Henríquez. Roberto se enamoró de ella en uno de sus viajes por el río Magdalena, cuando los caños de la Ciénaga Grande todavía eran la convergencia del tráfico fluvial del Magdalena y en sus muelles se encontraban los barcos que iban y venían desde el mar Caribe por el puerto de Santa Marta. Ciénaga era además el corazón de la zona bananera.
En ese pueblo y fruto de ese amor nació Guillermo Buitrago, un muchacho de voz triste y cabello rubio, de ojos azules y acento cienaguero, por el que se volvían locas las muchachas. Cuando apenas tenía veinte años, la gente se agolpaba en los radioteatros de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta para verlo cantar. En ellos lo descubrió Antonio Fuentes, uno de los pioneros de la industria discográfica colombiana, quien lo convenció de grabar sus canciones. Según su biógrafo Édgar Caballero Elías, entre 1943 y 1949, cuando murió a la edad de 29 años, Buitrago grabó más de 120 canciones suyas, de Rafael Escalona, Emiliano Zuleta, Abel Antonio Villa, Tobías Enrique Pumarejo, Chema Gómez y Luis Pitre. Sus discos, producidos por entero en Colombia, atravesaron nuestras fronteras y llevaron por primera vez nuestra música hasta países tan lejanos como Argentina y Chile. Su ejemplo lo siguieron otros conjuntos nacidos al calor de su música, como Los trovadores de Barú y Bovea y sus vallenatos.
A Buitrago la música le venía de sangre. Su familia es recordada en Marinilla por sus cantantes y sus guitarristas. También por un primo del abuelo de Buitrago, un acordeonero llamado Ramón, al que la gente apodaba "Corazón"; era un pastor de ovejas y cabras que vivía en un rancho de paja; allí también criaba pavos; era además clarinetista y guitarrista. Según los cronistas de EL COLOMBIANO Carlos E. Serna y John Jairo Saldarriaga, "Corazón" es recordado en Marinilla como el único acordeonero que ha dado esa tierra de guitarristas. Roberto Salazar lo recuerda como "la voz más melancólica entre pájaros y humanos". Buscando en los archivos parroquiales, Salazar encontró que su propio bisabuelo, Jesús María Buitrago Gallego, era primo de Guillermo Buitrago Marín, abuelo del cantor cienaguero. Por parte de su madre, Buitrago era sobrino de Camilo Henríquez de La Hoz, un guitarrista, y Jacobo Henríquez Bermúdez, un pianista. Su bisabuelo y su abuelo también eran pianistas y organistas y su prima Digna, descendiente de una esclava de Martinica, una gran bailadora de música negra.
Cantando con el dejo triste aprendido en las canciones que le gustaban a su padre, y en los boleros, los sones y las guarachas antillanas, Buitrago se convirtió en el cantor popular más importante de Colombia. En 1945, la demanda de sus discos era tan grande, que la empresa no alcanzaba a producir los suficientes para las fiestas de diciembre. Para comprarlos, había que hacer largas filas en las aceras de los almacenes del barrio Guayaquil. "A uno le daban un ficho para reclamar el disco quince días después", recuerda Hugo Arias, un coleccionista.
¿Por qué escuchamos hoy a Buitrago? Porque cuando canta alguien como él, lo que canta es la canción de todos. La de nuestros padres y sus padres y sus abuelos. Cuando nacemos, somos tan viejos como ellos. Tenemos su memoria grabada en el corazón. Y porque somos hijos del mestizaje, del encuentro de culturas que formaron nuestros pueblos: los blancos españoles, los negros africanos, los indios americanos. Y en la música, somos hijos del bolero antillano y el tango sureño, de la ranchera mexicana y el son cubano, del bambuco y el pasillo de los Andes, del paseo, la cumbia y los sones de los ríos y costas de nuestros países. Guillermo Buitrago era la expresión de todo eso. Por eso su música no ha pasado de moda y en los diciembres seguimos cantando: La víspera de año nuevo/estando la noche serena?
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