Todo paso hacia la paz es importante y debemos apoyarlo y celebrarlo. En Colombia, con 40 años de conflicto armado, todo lo que signifique aclimatar la solución política negociada y desmontar los aparatos armados al margen de la ley, es un aporte a la paz.
En los próximos días se iniciarán conversaciones con las Farc en Oslo y luego en Cuba para darle fin a este conflicto vergonzoso.
Creemos que es conveniente y necesario para toda la sociedad que tanto el fenómeno insurgente como el paramilitarismo hagan parte del pasado. O en otras palabras, que no tengan vigencia y se puedan superar de forma definitiva tanto militar como culturalmente.
Es urgente entonces, dar todos los pasos necesarios para cimentar una cultura de paz que se instaure en la interioridad de los ciudadanos y se exprese en el ejercicio de nuevas relaciones entre todos los colombianos.
Sabemos que esta tarea no es nada fácil y que se constituye en un desafío de enormes proporciones. Para empezar, debemos reconocer la igual dignidad de todos los colombianos y afincarnos en el respeto al otro, diferente como condición necesaria para alcanzar la paz que tanto anhelamos. Hoy no es viable una paz de vencedores y vencidos que siembre el territorio de más dolores y retaliaciones.
Lo conveniente es que tanto el Gobierno como las Farc se llenen de realismo y se concrete una agenda posible que responda y atienda los temas más inmediatos y básicos para el desmonte de estructuras armadas como inicio de esta larga caminada. La desmovilización, la reparación a las víctimas, la restitución de tierras y la participación en política de los combatientes, consideramos que representan el punto de partida.
El tema del narcotráfico requiere ser abordado con transparencia y sinceridad y además determinar con absoluta claridad sus verdaderos alcances.
No pueden quedar como cabos sueltos los vínculos con su producción y exportación.
Apoyamos, por tanto, la decisión del Gobierno de no hacer de la mesa una pasarela de “protagonismos” y centrarse con pocos actores en lo fundamental de este primer tiempo, lejos de micrófonos, “luces y sonidos”.
Según un comunicado de este fin de semana, los máximos jefes de las Farc prometen que entablarán un diálogo de paz con el Gobierno con seriedad, sensatez y pragmatismo. Por eso, cada tema debe tener claros sus términos, sus límites y alcances.
El compromiso de las partes, de no levantarse de la mesa aunque en medio del conflicto se produzcan tempestades y turbulencias, lo consideramos valeroso y definitivo para sembrar este proceso sobre bases sólidas y duraderas. Consideramos urgente en la reflexión que hacemos desde el Centro de Fe y Culturas, ayudar a infiltrar en la mentalidad de los colombianos una nueva mirada frente a los enormes retos que implica en concreto una opción verdadera por la paz. Temas como la equidad, la superación de la pobreza, la justicia, la verdad, la reparación, la reconciliación y el perdón constituyen la agenda ética sustancial de todo este gran propósito que creemos, además, deberán ser abordados por toda la sociedad colombiana en su conjunto.
Sugerimos que el país entre en consonancia con este proceso y vaya adelantando paralelamente reflexiones y propuestas en torno a salud, educación, infraestructura y empleo. De esta manera, todos nos ponemos en movimiento, convencidos que la paz exige el concurso de todos.
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