A los abusos y las violaciones a los mínimos derechos de los trabajadores en Bangladesh se les suma la poca solidaridad internacional con la tragedia que ya llega a casi un millar de personas muertas después del colapso del edificio en donde trabajaban.
Las denuncias sobre la explotación de mano de obra barata se pierden entre los escombros arrumados y entre las noticias que hablan del milagro de haber hallado con vida a una de las operarias, 16 días después de la tragedia, que ahora se acrecienta con la muerte de otros trabajadores atrapados entre el incendio del edificio. Mientras, las grandes compañías de vestuario y moda se quedan calladas y omiten su responsabilidad en la tragedia. Sería un milagro que lo reconocieran. Viven de la necesidad ajena.
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