En casa de los Calle Linares la que reina es la "hora María Luisa". Al desayuno, almuerzo y comida, cuando la ciclista se encuentra allí, el sentarse a la mesa es a la hora en punto. No hay más.
Para ellos, la otra parte de la familia de María Luisa Calle, la presencia de la rubia atleta significa total alegría y goce.
Luis Guillermo, el papá de la medallista olímpica, es quien lleva la batuta de este encuentro familiar que se presenta muy a menudo en una casa-finca que él ha construido con sus manos en cercanías del hipódromo de Guarne.
Aunque es la casa de los Calle-Linares, en todos los espacios se siente el amor y el aprecio por la mujer de carne y hueso que allí no va con su ropaje de deportista de alta competencia.
En una amplia sala de estar que hay al lado de una fría piscina, los trofeos que no caben en la casa de la atleta, son coleccionados por Yolanda que ha sido como otra mamá para la antioqueña que correrá en Pekín la persecución y la prueba por puntos.
Yolanda es la cómplice de la campeona. Y con ellas el influjo de sus hermanas Ana Isabel y Natalia, quienes también le sacan jugo a la presencia de María Luisa.
"Ella viene aquí y le gusta tomar el sol, que le cepillen el pelo y que le soben la espalda", cuenta Natalia, de forma desprevenida.
Con lo que más gozan es cuando la hija ciclista de Luis Guillermo Calle arremeda a alguien; cuando hace sus "payasadas" o caras.
"Nos reventamos de la risa al estar todos juntos. Son una dicha esas visitas de María Luisa", cuenta feliz el ciclista recreativo que fue quien le enseñó a montar en bicicleta, en un recordado Cerro del Órgano, al lado de su otra hermana, la también rubia Cristina (hijas del matrimonio anglicano con Sally Williams, q.e.p.d.).
En ese bello espacio repleto de verdor, que es la casa de Yolanda y en el que se nota su mano, las flores también tienen su lugar preferencial, al igual que los caballos y los perros, esos que le fascinan a María Luisa, quien estudió Administración Agropecuaria, y hacen parte de los afectos de mañana y tarde, cuando se visita la pesebrera.
Lorenzo, el caballo de estilizada figura, y Pachita, una de las perritas que es hija de Óreo, la consentida de la destacada deportista, están prestos a recibir el cariño que hoy deben extrañar, porque una de las que más la mima está lejos, en Pekín.
Eso, el campo y los animales, han sido parte de la felicidad de María Luisa desde que estaba pequeña, porque su abuela era de las que la llevaba a una finca en Barbosa, donde le tomó el gusto a todo lo que suene a finca.
Así, entre caballos, unos de raza y otros que fueron antes de acero, se forjó el temple de una de las mujeres que está dentro del grupo de las mejores de América. Y para llegar a esto se contó con el soporte de su esposo, Andrés Jaramillo, y de esa familia en la que Luis Guillermo, Yolanda y sus hijas, le brindan todo el afecto, además de ser allí la dueña de la hora María Luisa.
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