En un vuelo trasatlántico tuvo lugar la siguiente historia:
A una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra.
La mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no podía sentarse al lado de una persona tan desagradable.
La azafata argumentó que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar a primera clase a ver por si acaso podría encontrar algún lugar libre.
Los demás pasajeros observaron la escena con disgusto, no sólo por el hecho en sí, sino por la posibilidad de que hubiera un sitio para la mujer en primera clase.
El pobre hombre quedó incómodo y cohibido por la reacción de su compañera de fila, pero tuvo la educación de no hacer un escándalo.
El clima en la cabina era de total tensión, pero la señora se mostraba feliz y hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese sitio y ya no estaría cerca de aquella persona.
Minutos más tarde regresó la azafata y le informó a la señora:
- "Discúlpeme señora, todo el vuelo está lleno... afortunadamente encontré un lugar vacío en primera clase. Me demoré unos instantes porque, para poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización al capitán. Él me indicó que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable y que me autorizaba el cambio".
Los pasajeros no podían creer lo que escuchaban, pero ya la señora con cara de triunfo, empezó a levantarse de su asiento. En ese momento la azafata se voltea y le dice al hombre de raza negra:
- "¿Señor, sería usted tan amable de acompañarme a su nuevo asiento en primera clase? El capitán, en nombre de la Compañía, le pide sus disculpas personales por el hecho de que haya tenido que soportar una persona tan desagradable a su lado".
Todos los pasajeros del avión ovacionaron la acción de la tripulación.
Las personas pueden olvidar lo que les dijiste, las personas pueden olvidar lo que les hiciste, pero las personas nunca olvidarán cómo los hiciste sentir.
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