Ver películas, dicen, es una experiencia comunitaria. Quiéralo o no, hay una interacción con los demás.
A continuación, presentamos los perfiles más molestos del espectador promedio. Están los que comen, los que comentan y los que patean la silla... Los que tosen, los que ríen sin motivo y los que no hacen caso del reel previo a la cinta –tal vez más molesto que ellos mismos– que recomienda apagar el celular.
Todos los hemos padecido. Todos también, alguna vez, hemos sido uno de ellos. En tiempos de vacaciones y películas, evite ser uno de aquellos seres insoportables que hacen del cine, más que una práctica gregaria, una pesadilla colectiva.
Los Cómodos
Manotean, ponen los pies sobre las sillas o hacen y deshacen un carrizo que, en no pocas ocasiones, termina en un golpe alevoso en la cabeza del vecino de adelante. Son los que se creen en la cama triple de sus casas y no hay poltrona masajeadora que los satisfaga. Tan tranquilos quedan que pueden convertirse en algo peor: roncadores.
El Crítico Improvisado
Que si el encuadre, que el guión, que si la dirección de fotografía, que si el cameo y el remake. No falta el que, cuchichiando, se cree moderador de cineclub en plena proyección. Una recomendación: déjeles los comentarios sabiondos a los blogs, que para eso hay muchos.
Los Futbolistas
Una variación de los cómodos, solo que estos pueden ser más molestos. Se pasan toda la película dándole golpecitos a la silla del vecino. Hacen desear ver una cinta sin banda sonora o música incidental para seguirle el ritmo.
Los bip
No atienden la orden de apagar el celular. Más aún: con la luz del aparatico encandilan a todos alrededor. No contentos, se convierten en reporteros de su propia vida. “Estoy en cine”, suelen decir entre susurros que se oyen como truenos.
Los Reyes
Cuando el héroe está a punto de alcanzar la epopeya, a punto de encontrar la piedra filosofal, todos a pararse. La fila entera tiene que abrirles paso, acurrucar los pies, ver pasar una sombra eterna y perderse el tan esperado clímax. Pasa también con el que llega tarde. No solo hay que pararse, sino ser víctima de la linterna del acomodador.
Los Hambrientos.
Sí, las crispetas y los crujidos han acompañado el cine desde que el cine es cine, pero el menú ha ido mutando hacia una propuesta algo exótica, muy sonora y más olorosa que el ajo. Perros, helados y hasta sushi están a la venta en esas tiendas que no pueden faltar en las salas, algunas acondicionadas como restaurantes de mantel.
