El olor a polvo y cemento aún se percibe en su interior y se mezcla con la transpiración de los deportistas que van y vienen en su afán de alcanzar la excelencia.
Los sonidos que producen la caída del cuerpo sobre las colchonetas, el choque de los sables, y el contacto de los hierros con el piso le dan vida al nuevo escenario que comparten gimnasia, esgrima, karate do, lucha olímpica y pesas en Los Colores, en una especie de mercado persa o torre de Babel, en el mejor sentido de la palabra.
Más juntos que nunca, los practicantes de estos deportes experimentan nuevas sensaciones y empiezan a familiarizarse porque son conscientes de que les esperan casi dos años de convivencia en este lugar que otrora era una bodega y que fue acondicionado por Indeportes como parte de la solución tras las demoliciones de los coliseos Yesid Santos e Iván de Bedout, donde todos tenían sus sitios de prácticas.
Acostumbrados a sus propios espacios, cómodos y amplios, tanto entrenadores como atletas se consuelan al pensar que, como dice el profesor Leonardo González, de gimnasia, "tras este sacrifico recibiremos escenarios modernos y con todas las especificaciones como los que se construirán para los Juegos Suramericanos-2010". Además, los Juegos Nacionales están a la vuelta de la esquina y nadie quiere, ni puede, descuidar la preparación.
La camaradería salta y rueda ahora por este "polideportivo" que permanece abierto casi hasta las 10:00 de la noche. Y, de una u otra forma, todos colaboran, como sucedió ayer con el gimnasta olímpico Jorge Hugo Giraldo, quien interrumpió abruptamente su práctica para coger una escoba y empezar a barrer. "Me desespera el desorden", dijo mientras se dirigía a un rincón donde había varios aparatos del trasteo de la víspera.
Separados por una reja y a un costado, los esgrimistas iniciaban su rutina, aún extrañando su sede natural. Cuatro metros más adelante y un poco más independientes, los halteros acomodaban los discos y se disponían a la exigencia mayor.
Y en el segundo piso, sin ninguna división más que sus propios implementos, karatecas y luchadores, divididos en grupos, se disponían para el entrenamiento, pues como observó el adiestrador de lucha Óscar Muñoz "como todo tiene sus dificultades, pero el sitio es aireado y nos hace sentir en familia".
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