A pesar de las dificultades físicas y su avanzada edad Miguel Antonio Posada se resiste a dejar de trabajar y es ejemplo para muchos que gozan de buena salud y de tener todas las fuerzas y el ímpetu que da la juventud.
Este hombre, ya adulto mayor, que a los 14 años sufrió poliomielitis en una de sus extremidades superiores, o fiebre mala como llamaban en su tiempo, trabajó durante varias décadas como oficial de construcción hasta hace apenas tres años por recomendación médica por una insuficiencia cardiaca.
Con el paso del tiempo empezó a perder movilidad en su otro brazo, pero esto no ha sido obstáculo para que él pierda su deseo de seguir luchando contra la adversidad. Además porque como dice no es cuerpo glorioso y tiene que rebuscarse la comida para su familia.
Por eso, y aunque no es mucho lo que gana ahora, trabaja en una microempresa de trapeadoras de la Asociación de Discapacitados de Maceo, con otras 11 personas que presentan también dificultades físicas.
Allí es el único que tiene las piernas buenas y por eso luego de ver en Medellín una máquina para hacer estos utensilios que costaba 300.000 pesos, decidió construir una igual, para la cual solo necesitó de 40.000 pesos.
Él, con esta máquina y ayudándose de otras partes del cuerpo con las cuales suple las falencias de sus brazos, es capaz de hacer solo la trapeadora.
En menos de 10 minutos amarra, encava y le da el terminado a una trapeadora.
Miguel dice que sus compañeros no ponen mucho empeño en la microempresa y por eso no da para subsistir, así en algunas partes del municipio les ayuden, por lo que ya piensa en independizarse.
"A mi no se me dificulta nada, yo miro cómo se hacen las cosas y trato de ingeniármelas para hacerla", afirma Miguel, quien además decora la iglesia y las navidades en Maceo.
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