Los 23 grados de Medellín son cosa del pasado. El aumento de la capa de asfalto, el cemento, el urbanismo, la desaparición de zonas verdes han hecho, como en toda ciudad moderna, que el calor sea más.
Lo que se denomina isla de calor: es más alta la temperatura en zona urbana que en la rural.
El fenómeno, según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático incide en el plano local, pero no a escala global: ejerce una influencia de menos de 0,006 grados centígrados por decenio en la tierra y los océanos, dice el reporte de 2007.
Un estudio que aparecerá en el journal Geopphysical Research Letters sugiere que, al menos en teoría, los techos de color blanco servirían para refrescar las ciudades, como dijo su autor principal, Keith Oleson, del Centro de Investigaciones Atmosféricas de Estados Unidos.
¿Qué tanto? El efecto isla de calor sube la temperatura urbana de 1 a 3 grados centígrados en promedio. Si la ciudad tuviera toda techos blancos, la disminución sería de un 33 por ciento.
Pero eso dependería de la densidad de techos, el tipo de construcción y la ubicación de la ciudad.
El estudio va en la línea de las palabras del secretario de Energía de E. U., Steven Chu, quien había sugerido esa posibilidad.
Gordon Bonan, coautor, cree que es necesario entender cómo el cambio climático afectará las áreas urbanas vulnerables, donde reside la mayor parte de la población.