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Paisajes, comida, gente: Guatemala enamora

Poco mejor que partir con expectativas a la baja y, ya en el terreno, dejar un wow en cada nueva experiencia. Así fue mi viaje.

16 de abril de 2013
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Que es como Cartagena, me habían dicho antes de volar. Y que el tiquete es caro. Les confieso, Guatemala por estilo de vida y porque no suele ser protagonista en las noticias, nunca había aparecido en mi mapa, por lo tanto no hacía parte de los lugares soñados para visitar. Sitio no soñado, sitio no estudiado.

Pero ya de regreso, después de dos días completos de estadía, les cuento que el Lugar de muchos árboles, la otra forma del náhuatl Quauhtlemallan, es un lugar que enamora.

Salvo el "con que colombiano, ¿eh?" como me recibió un militar tras pasar por el puesto de Inmigración, todo contacto con el resto de guatemaltecos estuvo lleno de simpatía sincera, calidez y servicio preciso.

Antigua es patrimonio
Después de viajar por carretera desde la capital, durante más de una hora en medio de un taco tan infernal como los que conocemos a las 6 de la tarde, carretera con el mismo atractivo que el que ofrece la autopista Norte, por Caribe, la Terminal y Solla, el golpe de vista se equilibra al entrar a Antigua. Basta ver la primera casa.

Es como Cartagena, tal vez como Villa de Leyva, tal vez no: de pronto es mucho más. Cada uno que haga su ranquin, pero pesa el hecho de que sea Ciudad patrimonio cultural de la humanidad desde 1979, como reconocimiento a sus valores arquitectónicos y monumentales precolombinos e hispánicos.

El hospedaje, por gracia de una invitación, fue en Casa Santo Domingo, un cinco estrellas que las vale. Si el presupuesto no le alcanza para tener una habitación en el viejo convento de los dominicos, Antigua ofrece diversidad de lugares para instalarse. Donde resulte, vale la pena incluir en el itinerario una visita guiada por el hotel que también alberga los museos colonial, arqueológico, de arte precolombino y vidrio moderno, y de artes y artesanías de Sacatepéquez.

Ya en las calles, caminar es un gran placer, con todo y los toques paisajísticos de los terremotos que golpearon la ciudad. La Plaza real, la Catedral, el Palacio de la Real Audiencia, la Real y Pontificia Universidad de San Carlos, el Palacio del Ayuntamiento y los mercados de artesanías son de no perder.

Ahora, volar en helicóptero hacia Quetzaltenango y ver el lago Atitlán, los volcanes con fumarola y las grandes extensiones dedicadas a agricultura, son el complemento ideal del viaje a pie entre las calles empedradas de Antigua.

¡A comer…
Desde la corriente, y sabrosa, mezcla de tortilla de maíz, frijol, aguacate, carnes y queso que me sirvieron en una hacienda en Retalhuleu, hasta el inolvidable rib-eye preparado por Titi Bruderer en el restaurante El Convento, en Antigua, o el gran salmón del restaurante Panza Verde, con remate y vinos en una terraza a las 12 de la noche, Guatemala ofrece un viaje de altas notas en gastronomía.
Por supuesto, para los afanes, de tiempo o de bolsillo, hay McDonalds, Taco Bell y Wendy’s hasta debajo de las piedras.

El jardín del mundo donde el tiempo se detuvo, El país de la eterna primavera o el simple Guate, le ponen título a un viaje delicioso. Es un destino costoso (el tiquete aéreo vale desde 1.384.000 pesos contra los 817.000 de Miami o los 180.000 de Cartagena) y la capital y Antigua tal vez no ofrezcan planes para más de una semana, pero en el balance es un viaje que enamora.

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