Aprender y enseñar cada día es lo que todos hacemos, acaso sin tener conciencia de esa misión.
Somos discípulos y maestros los unos de los otros y cada vivencia llega para ayudarnos a ser mejores. Todo llega para el bien.
En esta perspectiva los "males" son exigentes lecciones y los "bienes" son pruebas camufladas. Todo depende de la capacidad de aceptación, el amor que irradiamos y de nuestra respuesta.
Una muerte puede abrirnos a la vida y una enfermedad puede llevarnos a cambios positivos.
Un triunfo puede llenarnos de soberbia, un cargo de despotismo y las riquezas de indiferencia y egoísmo.
La clave no está en las cosas en sí mismas, sino en el manejo, en el amor o en el desamor. Y la mejor decisión es crecer en conciencia, aprender con humildad y enseñar con bondad y sin falsas pretensiones.
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