Un sacrilegio a la pedagogía. Así ven los universitarios a los profesores que exigen en los exámenes respuestas exactas a los libros.
Este semestre Carlos Castro Arcila se encontró con un docente que hace pruebas de selección múltiple y la diferencia entre las opciones es una preposición que no cambia el significado.
Algo similar le ocurre a Isabel González Ramírez con uno que transcribe páginas de libros en diapositivas y luego evalúa que los estudiantes hagan lo mismo en los parciales.
El asunto no es de edad. Aníbal Vélez Muñoz, vicerrector académico de Unaula, pensaba que el relevo generacional en los docentes cambiaría las formas de evaluar pero resulta que no.
El uso de la memoria, sin embargo no debe caer en total descrédito según Martha María Gil Zapata, decana de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Medellín.
Para ella y para el universitario Andrés Felipe López Vergara memorizar puede servir, pero no debe ser lo más relevante.
Estudiantes y directivos reconocen que de nada sirve no saber aplicar lo que se enseña y que lo importante en la evaluación es el proceso.
El propósito no parece cumplirse en todas las áreas del conocimiento ni en todas las asignaturas. Cuando estudiaba Negocios Internacionales a Miguel López de Oro, por ejemplo, lo calificaban mucho por la memoria y ahora que estudia Diseño cree que tienen más en cuenta su desempeño durante todo el semestre.
En general, según el viceministro de educación superior, Gabriel Burgos Mantilla, lo que más se evalúa en las instituciones "son resultados, más que procesos; contenidos más que competencias".
El viceministro, sin embargo, reconoce que desde algunas instituciones se trabaja para hacer que la evaluación vaya más allá del esquema tradicional.
Algo de la renovación vive Alejandro Zapata Peláez, a quien en Negocios Internacionales lo evalúan por su capacidad para aplicar las teorías a casos puntuales que el profesor le expone.
Otros universitarios como Viviana Andrea Márquez Mósquera, sienten que aún falta que los evalúen de acuerdo con las competencias. Para ella aún se califica por el desempeño en unos cuantos exámenes.
Y es que la evaluación al progreso parece ser algo más de autonomía de cada institución. En opinión de Mauricio Guzmán Vélez, director académico de Ideartes, algunas se preocupan por el tema más que otras y muchas veces resulta algo que negocia el estudiante con el profesor.
Otras veces, contó el universitario Carlos Castro Arcila, los estudiantes terminan respondiendo como consideran que más le gusta al docente.
La tendencia en algunos centros, no obstante, es que el estudiante sea más autónomo en su aprendizaje. En la Fundación Universitaria San Martín, informó María Elena Díez, se pone en práctica al dar la oportunidad de que cinco por ciento en la nota final sea una nota de autoevalaución.
La idea es que el estudiante también tome su formación como un proceso y no se esfuerce solo al final.
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